Sobre la mansedumbre como virtud cristiana. P. Hariton Negrea
La mansedumbre es
el primer fruto de la bondad y del amor al prójimo, un estado
equilibrado y sereno en el alma. El que es dócil busca no enojar a
nadie ni enojarse por nada, mostrándose siempre humilde. Y, si
llegara a suceder algo con lo que no estuviera de acuerdo, no por
esto pierde su paciencia y, sobre todo, no asume actitudes
vengativas. He aquí una entrevista hecha al Padre Hariton Negrea,
stárets del Monasterio Petru Voda, en la que nos explica cómo
debemos interpretar la Tercera Bienaventuranza, dirigida a aquellos
que son mansos.
Padre, háblenos del
contexto en el que fue pronunciada la Bienaventuranza dirigida a
aquellos “mansos".
La
multitud reunida en torno a la bondad del Nuestro Señor Jesucristo
recibía, además de una sanación corporal y espiritual, la palabra
de salvación. Observando con atención a quienes le rodeaban ese
día, Nuestro Señor notó una muchedumbre llena de desesperados,
tristes, oprimidos, desesperanzados, muchos de ellos hartos de una
vida dura, hartos de todas las tragedias que les tocaba vivir cada
día: las mujeres eran menospreciadas, los hombres llevados a
cautiverio... Viéndolos, subraya la Santa Escritura, Cristo los
sintió cual si fueran ovejas sin pastor y exclamó: Siento
compasión por este pueblo.
Esto es, en líneas generales,
el contexto de todo
lo dicho ese día por Nuestro Señor Jesucristo, cuando estuvo
predicando en el Monte de los Olivos, dirigiéndose a quienes
pacientemente lo escuchaban', a quienes llama a cultivar la
mansedumbre.
¿Qué significa ser
dócil?
La
mansedumbre presupone un estado espiritual que llena todo tu ser de
paz, de descanso. El que es manso se muestra a imagen de Nuestro
Señor Jesucristo, Quien era blando y humilde de
corazón. La mansedumbre
significa tener paz en tu interior, misma que transmites a quienes te
rodean. El que es dócil tiene una buena relación con Dios y
consigo mismo, le es fácil perdonar y pacificar, logra acercar a
Dios a quienes le rodean. Esa misma benevolencia llega incluso a
quienes no son buenos, a los que no creen o son simplemente
indiferentes.
Padre, Usted
transmite cierta paz, una nobleza que se refleja en su forma de vida
en el monasterio (Durau y luego, Petru Voda, N del T) y en su
actividad con los demás. ¿Cómo lo cultiva?
Yo
deseo alcanzar la mansedumbre, pero siempre que me examino a mí
mismo, encuentro que aún me falta mucho para lograrlo. La virtud de
la docilidad debe trabajarse toda la vida. Por eso, intentemos
mostrar a quienes nos rodean la belleza de la mansedumbre!
Fortalezcámos esa blandeza por medio de la confesión, leyendo las
Santas Escrituras y a los Santos Padres. Porque, cuando estamos “en”
la Iglesia, cuando estamos “junto” a nuestro confesor, cuando
cumplimos con los mandamientos de Dios, entonces estamos en la misma
casa de la mansedumbre.
¿Cómo debemos
interpretar las palabras: “los que sean mansos heredarán la
tierra”? ¿Debe interpretarse como que van a vivir para siempre?
No
se trata necesariamente de la tierra en que vivimos. Se
trata una tierra “interna”
y una “eterna”.
Nuestros teólogos dicen que las Bienaventuranzas son un canto a los
peldaños que hay que subir hacia el amor de Dios. Pero para tener
derecho a esa herencia, se presupone que debes vivir la felicidad de
quienes son humildes, de esos que han renunciado a sí mismos – los
pobres de espíritu
– y de aquellos que lloran, porque con nuestras lágrimas de
arrepentimiento,
junto
al deseo
de no repetir nuestras faltas, regamos nuestra “tierra” interior.
Así es como llegamos heredar esa tierra sobre la que ha de descender
la gracia de Dios para que fructifique. Así lo dijo Nuestro Señor a
la cananea, que si ella hubiera conocido la gracia a de Dios, se
hubiera dado cuenta quién le pedía agua para beber. Así
que el hombre, hecho de polvo, animado por el aliento divino, cuando
conoce la gracia de Dios, se convierte en tierra
propicia para todo lo bueno y para la misma vida espiritual.
Recordemos a la samaritana, quien, luego de recibir consuelo
espiritual y la paz del Señor, pudo anunciarlo a los demás. .
Otra
interpretación que se le da a esta Bienaventuranza, se encierra en
las palabras tierra nueva y cielo nuevo. Se trata del Reino de Dios,
en
el que no
habrá
ni pecado,
ni dolor, ni aflicción. Y esta es la tierra que van a heredar los
benevolentes... (si hay algo cierto) es que a todos nos espera algo
al terminar nuestro paso por este mundo, en donde recibiremos lo que
nos corresponde, sea felicidad o sea tormento eterno. Aunque podemos
afirmar que el que ha logrado adquirir la virtud de la mansedumbre
vive desde ya una vida eterna.
¿Por qué a los
mansos se les promete heredar la tierra, y a los pobres de espíritu,
el Reino de los Cielos?
Considero
que unos y otros son igualmente recompensados. A los dóciles se les
promete esta tierra, que tiene imagen de tierra
nueva,
de una tierra interior llena de gracia, de dones
divinos, mientras
que a los pobres de espíritu , el Reino de los Cielos. Y, como decía
cierto teólogo, el Reino está ahí donde se encuentra el Rey...
Pero el Rey descendió a la tierra, en forma de Hombre, y su Reino
entonces se hizo presente aquí en la tierra. Y, luego de ofrecernos
su sacrificio redentor, resucitando, subió al Cielo con este cuerpo
divinizado, elevando a los Cielos también a este mundo. En
conclusión, tanto los pobres de espíritu, como los mansos,
heredarán la misma felicidad: estar en presencia de Cristo Rey.
¿Qué enseñanza se
puede extraer de esta Bienaventuranza?
Lo
importante de esta Bienaventuranza es, en pocas palabras: el trabajo
en la virtud de la mansedumbre conlleva recompensa en el Reino de
Dios, una que es sinónimo de toda felicidad. El trabajo en esta
virtud es un esfuerzo personal, coronado por la gracia, por la ayuda
de Dios. Pero este esfuerzo implica evitar dar lugar al enojo
fácilmente y preocuparnos por perdonar completamente, cuando sea el
caso.
Si
estuviera en mis posibilidades, colocaría un rótulo con esta
Bienaventuranza en todos los juzgados, en todas las oficinas de
abogados, en todas las penitenciarías, en todas las instituciones
públicas de este tipo, en las que tienen lugar disputas y procesos
vinculados con el materialismo de este mundo pasajero.
¿Cómo cumplir con
esta Bienaventuranza?
Empezando
a trabajar en ella. El primer paso es pedirle a Dios que nos dé esta
virtud. Luego, hay que esforzarnos en practicarla en nuestra
relación con los demás, cuando estemos atravesando alguna tentación
– cuando tendamos a transformarnos en “justicieros”, duros,
exigentes. Las tentaciones, los problemas son como un examen; sólo
así podemos darnos cuenta si estamos trabajando en la virtud de la
bondad y si hemos logrado adquirirla, aún sea de forma mínima. Y es
muy difícil obtener esa cualidad, si no estamos en comunión con
Dios. Trabajemos, entonces, cada día en ella!
¿Qué dicen los
Padres de la Iglesia en relación a la importancia y el cumplimiento
de esta Bienaventuranza?
Sí,
tenemos muchas exhortaciones y ejemplos de esta virtud en la vida de
nuestros grandes padres, quienes respondieron así al amor y a la
mansedumbre de Nuestro Señor, el Buen Pastor, tan cantados y
recitados en poesías e himnos cristianos.
Recordemos
también a San José, esposo de la Virgen María, quien también fue
ejemplo de docilidad, como lo dice la Tradición de nuestra Iglesia
en aquel hermoso villancico:
“José y su
rostro benevolente...”
Este es un motivo más para cultivar esta virtud, una que nos hace
elegidos, así como lo fuera José, el de alma noble.
Traducción libre del texto publicado en doxologia.ro
1 comentarios:
"Quien no se haga como un niño de estos, no podrá entrar en el Reino de los cielos"... "Hay que volver a nacer, (para volver a ser un niño)"... Frases y más frases como estás, nos hablan de la importancia de ser dociles (humildes y mansos) como lo son todos los niños, para poder entrar en el Reino de Dios. El Reino de los cielos, (los que habitan en el cielo), son mansos y humildes como los niños. Me ha gustado mucho el articulo. Habla sobre la humildad y la mansedumbre, que son tan importantes para la salvación. Hay mucha gente que no le da importancia a la humildad y la mansedumbre, pero para ser un verdadero cristiano (como Cristo), hay que seguir Su Ejemplo: "Aprended de Mi, que soy Manso y Humilde de Corazón". Gracias por dejarme añadir este pequeño comentario. Quizas a alguna persona que lo lea, le sirva de provecho, (al igual que este articulo tan bonito y bello). Gracias.
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