viernes, 22 de abril de 2011
Viernes Santo: Las cinco heridas de Jesús.
"Dejen a un lado todas las otras enseñanzas y lecturas hasta que aprendan primero lo que es más importante y de ayuda para la salvación. Primero viene el conocimiento de la fe, y luego todas las otras enseñanzas. (...)
(...) las cinco heridas de Jesús no son palabras, sino una realidad que estremece. Como tales, deben ser conocidas más allá de simples palabras. Dos heridas en las manos, dos heridas en los pies, una en el costado. Cinco llagas hechas por negros clavos como el más negro de los pecados humanos. Las manos que bendecían, atravesadas. Atravesados también los pies, con los que andaba y guiaba hacia el camino correcto. Atravesado el pecho, del que fluía el fuego del amor celestial hacia los fíos corazones humanos.
El Hijo de Dios se dejó atravesar sus propias manos, por los pecados cometidos por muchas otras manos - "bosques" enteros de manos - que mataban, que robaban, que golpeaban, que cometían maldades; se dejó atravesar los pies, por los pecados cometidos por muchos otros, que andaban en caminos errados, que habían perdido la inocencia, que perseguían a los justos, que profanaban la santidad, que habían pisaban la bondad; se dejó atravesar el pecho, por tantos corazones petrificados - tantos como una montaña - de los que nació toda maldad y ausencia de Dios, todos los pensamientos errados y deseos dudosos. Corazones en los que, a través de los siglos la maldad había puesto las semillas del odio entre hermanos, entre semejantes, del odio de los hombres hacia Dios.
Fueron atravesadas las manos de Jesús, para que las manos de todos fueran limpiadas de pecado. Atravesados fueron los pies de Jesús, para que los pies de todos dejaran los caminos del mal. También el pecho de Jesús fue atravesado, para que el corazón del hombre fuera limpio de pensamientos y ambiciones erradas.
Que esas cinco heridas, las de Jesús, te ayuden a aferrarte con tus cinco sentidos al Dios Vivo.
Esas cinco heridas, las de Jesús, son los cinco manantiales de la purísima sangre que lavaron a la humanidad y a través de los que se santificó el mundo. De estas cinco fuentes brotó toda la sangre del Redentor, hasta la última gota. Nuestro milagroso Señor, que supo multiplicar el pan y dar de comer a cinco mil hambrientos con sólo cinco hogazas, multiplica incesantemente Su purísima sangre y con ella da de comer y de beber, por medio de miles de altares, a millones de fieles. Esta es la Santísima Eucaristía, hija de Jesús.
En el Viernes Santo, acerca tu alma a la Santísima Madre de Dios, bajo la cruz, para que también a tí te lave la vivificadora sangre que fluye de esas cinco heridas de Jesús. Que las almas limpias y revividas puedan, el domingo, gritar con alegría: ¡Cristo ha resucitado!"
S. Nicolae Velimirovici
Traducción libre de un texto publicado en www.razbointrucuvant.ro
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