jueves, 19 de mayo de 2011

Sobre la juventud actual: Padre Paisos de Athos.



Al día de hoy la mayoría de personas no ha gustado del gozo del sacrificio y no aman esforzarse. En ellos ha entrado la pereza, el interés personal y la búsqueda del confort. Les falta grandeza de alma, sacrificio personal. Consideran un triunfo cuando consiguen algo sin esforzarse, cuando llegan a determinado nivel material y se sienten desolados cuando no lo pueden hacer. Al tiempo que, de enfrentar situaciones de importancia espiritual deberían mostrarse alegres, porque esto les da la oportunidad de afanarse en algo.

Actualmente, todos, pequeños y grandes, buscan que todo les sea fácil. Los guías espirituales (de la sociedad) buscan alcanzar la santidad con menos esfuerzo. Los laicos, cómo hacer más dinero sin trabajar. Y los jóvenes, cómo aprobar los exámenes sin necesidad de aprender; cómo conseguir diplomas desde el restaurante. Y, si se puede, desde ahí mismo conocer los resultados, llamando por teléfono. Sí, hasta ese extremo hemos llegado. Muchos jóvenes vienen al monasterio y me dicen "Padre, rece para que pueda pasar mis exámenes". No estudian diciendo "Dios me puede ayudar". Yo les digo, "Estudien y también oren". Ellos responden "¿Para qué estudiar, si de todas maneras Dios no me va a ayudar?". Es decir, ¿Quieren que Dios bendiga su pereza? Así no se puede. Si el joven estudia, pero no puede retener, entonces Dios le ayuda. Hay jóvenes que se esfuerzan pero por diversas razones no logran aprehender lo que estudian; a ellos les ayuda Dios en su camino de aprendizaje.

Claro que hay excepciones. Un joven de Calcídica (Grecia) se examinó en tres distintas facultades y fue admitido en todas, aunque él deseaba trabajar para ayudar a su papá, que era minero. Entonces, en lugar de entrar a una de esas facultades, decidió comenzar a trabajar. Un alma así es un remedio para mí. Moriría por un joven que sea capaz de hacer eso. Lamentablemente, la mayoría de jóvenes de ahora han sido influenciados del espíritu material moderno y han caído en él. Han aprendido a interesarse más en ellos mismos, nunca piensan en los demás, lo único que importa es su "yo" mismo. Y, por más que les ayudes, más profudamente caen en la dejadez.


Los jóvenes de ahora se asemejan a máquinas cuyo aceite está congelado. Necesitan entibiar ése aceite para poder arrancar, de lo contrario permanecen inmóviles. Algunos vienen al monasterio, saturados de aburrimiento, y me preguntan "¿Qué hago, Padre? ¿Cómo hago para pasar el tiempo? Me aburro mucho". Yo les respondo "Tienes que encontrar algo en qué ocuparte, muchacho!" "Tengo dinero... ¿Qué hago con mi empleo?", me respnden. Yo les recuerdo "San Pablo dice que el que no quiera trabajar, que no coma. Debes trabajar para poder comer, por mucho que digas que tienes dinero. El trabajo ayuda al hombre a descongelar el aceite de su máquina interna. El trabajo crea. El trabajo te da alegría y hace desaparecer el desasosiego y el aburrimiento."

Buscan la felicidad, pero el hombre debe sacrificarse para que aparezca ella. La alegría nace del sacrificio. La felicidad verdadera proviene de la grandeza de alma: para los que la cultivan, todos los días son una fiesta. El tormento del hombre es su egoísmo, el amor propio. Y estos lo hacen tropezar en su camino.



Texto extraído y traducido de "Cu durere si dragoste pentru omul contemporan", de Paisie Aghioritul. Editura Evanghelismos. Bucarest, 2003.
Imagen principal, de razbointrucuvant.ro

No hay comentarios:

Publicar un comentario