viernes, 6 de enero de 2012

6 de enero, Epifanía (Boboteaza) o Bautizo de Nuestro Señor Jesucristo.



El 6 de enero celebramos el Bautizo del Señor, conocido como Epifanía o Teofanía (en rumano “Boboteaza”). La palabra “Epifanía”, de origen griego, significa “descubrimiento” o “manifestación”. ¿Por qué? Porque en el momento en que Cristo fue bautizado en el Jordán, el cielo se abrió, el Espíritu de Dios descendió en forma de paloma y, permaneciendo sobre Aquel, se escuchó decir al Padre: “Este es mi hijo muy amado, en Quien he puesto mi complacencia” (Mateo 3, 17). Al respecto, San Juan Crisóstomo dice: “Cristo no fue conocido tanto cuando nació, sino cuando fue bautizado”.

La celebración de la Epifanía es recordada aún desde el siglo II, por San Clemente Alejandrino. En los primeros siglos, la Epifanía era celebrada al mismo tiempo que la Natividad del Señor, el 6 de enero. Comenzando con el siglo IV, estas dos fiestas fueron separadas: el 25 de diciembre quedó establecido como fecha para celebrar el Nacimiento del Salvador, y el 6 de enero para recordar su Bautizo.

La Epifanía, el día en que Cristo se mostró al mundo

Comenzando con su Bautizo, Cristo sale de las sombras del anonimato y comienza a predicar. Todo esto aconteció cuando tenía ya 30 años, edad que es considerada el inicio de la madurez para los hebreos. Jesús buscó a Juan para que le bautizara, no porque tuviera necesidad de limpiar sus pecados, porque era Dios hecho hombre, sino para santificar la creación. Que el Salvador no buscó a Juan para recibir perdón por sus pecados, se evidencia por el hecho que el bautizo de Juan ayudaba al individuo a reconocer su estatus de pecador, aunque no podía ofrecer perdón por esas faltas.
Jesús recibe el bautizo de Juan para volver a llevar el Espíritu Santo a la creación. Habiendo caído en pecado, el hombre había perdido al Espíritu Santo, así como nos afirma San Cirilo de Alejandría. El Bautizo de Cristo representa el momento en que volvieron a brotar los manantiales de la gracia, que fueran cerrados para el hombre y para la creación entera. Como dicen las palabras de la oración que se lee la Epifanía: "Hoy la esencia de las aguas se santifica...", no debemos entender que la gracia de Dios desciende, al oficiarse el servicio de santificación del agua, sobre “toda” el agua existente, sino solamente sobre aquella preparada anteriormente para este fin.



En el Bautizo del Señor se asienta el inicio y fundamento del Sacramento del Bautismo.
Aceptando ser bautizado en el Jordán, Cristo enterró al viejo Adán y dio lugar a la construcción de un hombre nuevo. Las aguas del Jordán recibieron a Dios hecho hombre, no para limpiarlo, sino para ser ellas mismas purificadas. Efectivamente, Cristo purificó, al ser sumergido en el Jordán, todo ser caído en pecado, extinguiendo asimismo el poder del maligno sobre la creación. En la oración de santificación del agua en el sacramento del Bautismo, se pide que descienda el Espíritu Santo para eliminar de ella cualquier tipo de obra demónica, para que se convierta, por medio de la plena venida del Espíritu, en el lugar en que se nazca el hombre nuevo en Cristo. Así, el rito ortodoxo del Bautizo repite estos momentos, que significan el paso de una etapa existencial a otra: comienza con la renuncia a los poderes del maligno y se cierra con el recibimiento de la gracia del Espíritu Santo.

La Epifanía y la santificación del agua cada 6 de enero
En las vísperas y el día de la Epifanía, en todas las iglesias ortodoxas, con el poder del Espíritu Santo y por medio de las oraciones de jerarcas y sacerdotes, se santifica la “Aghiazma (Agiasma) Mare” o Agua Santificada Mayor.

Los fieles ortodoxos beben, en ayunas, de esta agua durante ocho días, hasta el 14 de enero y según recomendación del sacerdote confesor. La “Aghiazma Mare” se utiliza también, en las vísperas de la festividad, para la santificación de las casas de los fieles y de todos los que las habitan. Con ella se rocían incluso los distintos objetos que deben ser bendecidos, como las vestiduras y vasos litúrgicos, cruces y monumentos, campanas, íconos y la Santa y Grande Mirra.

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