lunes, 2 de enero de 2012

Acatisto "Gracias a Dios por todo". Feliz Año Nuevo!

La Liturgia del 1 de enero, en Neamt, Rumanía.



Oraciones de agradecimiento

Del Te Deum
Señor Jesucristo, Dios nuestro, Dios de toda misericordia y generosidad, Cuya bondad no tiene límites y Cuyo amor a los hombres es un abismo inconmensurable! Dirigiéndonos a Tu grandeza, temerosos y trémulos como siervos indignos, Te ofrecemos nuestro agradecimiento por las misericordias que nos has mostrado. Como el Señor, Rey y Benefactor, Te glorificamos, elogiamos, cantamos y honramos y, postrándonos, de nuevo agradecemos a Tu inefable misericordia. Te rogamos humildemente: como ahora aceptaste nuestros ruegos y los cumpliste, así en el futuro ayúdanos a prosperar en el amor hacia Ti y hacia nuestro prójimo; ayúdanos, también, a prosperar en todas las virtudes. Haznos meritorios de siempre agradecer y glorificarte, junto a Tu Eterno Padre y el SanTisimo, benévolo y consustancial Espíritu Tuyo. Amén.

La Gran Doxología
Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad a los hombres. Te alabamos, Te bendecimos, Te adoramos, Te glorificamos, Te damos gracias por Tú grande gloria, Señor, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso, Señor, Hijo unigénito Jesucristo y el Espíritu Santo; Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Tú que quitas los pecados del mundo, recibe nuestra oración. Tú que estás sentado a la diestra del Padre, ten piedad de nosotros. Porque sólo Tú eres santo, solo Tú eres Señor. Solo Tú, Jesucristo, eres alTisimo en la gloria de Dios Padre. Amen.
Día a día te bendeciré, y alabaré Tú nombre para siempre, y por los siglos.

Concede, Señor, guardarnos este día sin pecado. Bendito eres, Señor Dios de nuestros padres, y alabado y glorificado sea Tú nombre para siempre. Amén.
Sea con nosotros Tú misericordia, Señor, como hemos esperado en Ti.

Bendito seas, Señor, enséñame Tus caminos. (tres veces).

Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Dije, Señor, ten piedad de mí, sana mi alma, porque he pecado contra ti. Señor, a ti huyo, enseñame a hacer Tu voluntad, porque Tu eres mi Dios. Porque contigo esta la fuente de la vida; en Tu luz la luz veremos. Extiende Tu misericordia a los que Te conocen.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros. (tres veces).

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amen.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros.




Entrada al Monasterio Petru Voda.



Acatisto de Agradecimiento a Dios por todo
(Escrito por un sacerdote, Gregorio Petrov, en los años 40, en uno de los campos de concentración de Stalin, donde el autor probablemente murió).

Kontaquio 1
Incólume Rey de los siglos, que tienes en Tú mano todos los caminos de la vida humana, con la fuerza salvadora de Tú Providencia. Te agradecemos por las bondades conocidas y desconocidas, por la vida terrenal y por las alegrías celestiales de Tu Reino futuro. Sigue otorgando Tus misericordias a nosotros, que Te cantamos: ¡Gloria a Ti,  Señor por los siglos!

Ikos 1
Nací en este mundo como un niño débil y desvalido, pero Tu Ángel extendió sobre mí sus alas, protegiéndome desde mi cuna. Desde entonces Tu amor ilumina misteriosamente todos mis caminos, conduciéndome hacia la luz de la eternidad. Los dones de Tu providencia gloriosamente se muestran desde el primer día y hasta ahora. Agradezco y clamo junto con todos que Te conocieron: 
Gloria a Ti, que me llamaste a la vida;
Gloria a Ti, que me revelaste la belleza del universo;
Gloria a Ti, que abriste ante mí el cielo y la tierra como un libro eterno de la sabiduría; Gloria a Tu eternidad en medio del mundo temporal;
Gloria a Ti, por Tus bondades secretas y reveladas;
Gloria a Ti,  por cada paso de mi vida, cada instante de alegría;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 2
Señor, qué hermoso es ser Tu convidado: el viento perfumado, las montañas erguidas hacia el cielo, como espejos infinitos reflejan el oro de los rayos solares y de las nubes leves. Toda la naturaleza susurra misteriosamente, toda ella está llena de cariño, las aves y los animales llevan el sello de Tú amor. Bendita sea la madre tierra con su belleza pasajera, que despierta el anhelo de la patria eterna, donde en la belleza indestructible suena ¡Aleluya!

Ikos 2
Tú me hiciste entrar en esta vida como en un paraíso encantador. Vimos el cielo como una profunda copa azul, donde suenan los cantos de los pájaros; escuchamos el murmullo sereno del bosque y la dulce música de las aguas; comimos fragantes frutos y perfumada miel. ¡Qué bueno estar en Tú tierra, que alegría ser Tú huésped! 
Gloria a Ti,  por la fiesta de la vida;
Gloria a Ti,  por el perfume de los lirios y rosas;
Gloria a Ti,  por la dulce variedad de bayas y frutos;
Gloria a Ti,  por el brillo del rocío matinal;
Gloria a Ti,  por la sonrisa del luminoso despertar;
Gloria a Ti,  por la vida eterna, presagio de la celestial;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 3
Con la fuerza del Espíritu Santo respira cada flor, la quieta brisa del perfume, la suavidad del color, la belleza de lo grande en lo pequeño. Gloria y honor al Dios dador de vida, Quien extiende los prados como tapices floridos, corona a los campos con el oro de las espigas y azul de los azulejos, y las almas con la alegría de la contemplación. Alégrense y canten a El: ¡Aleluya!

Ikos 3
Qué bello Eres en el triunfo de la primavera. Cuando revive toda la creación y con mil voces clama a Ti. Tú eres la fuente de la vida y el Vencedor de la muerte. Bajo la luz de la luna y con el canto del ruiseñor están los valles y los bosques en su blanco ropaje nupcial. Toda la tierra es Tu novia, ella Te espera - a su Inmortal Prometido. Si Tú vistes al pasto así, ¡Cómo nos transfigurarás a nosotros en el futuro mundo de la resurrección! ¡Cómo se iluminarán nuestros cuerpos! ¡Cómo brillarán las almas! 
Gloria a Ti, que has extraído de la tierra oscura los diferentes colores, gustos y aromas; 
Gloria a Ti,  por la cordialidad y el cariño de toda la naturaleza;
Gloria a Ti,  por rodearnos con miles de Tus criaturas;
Gloria a Ti,  por la profundidad de Tu intelecto impreso en el mundo.
Gloria a Ti, con veneración beso la marca invisible de Tus pasos;
Gloria a Ti, que encendiste ante nosotros la luz de la vida eterna;
Gloria a Ti,  por la esperanza de la belleza inmortal;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 4
¡Cómo endulzas a los que piensan en Ti!, ¡Cuán vivificante y santa es Tú palabra! La conversación Contigo es mas blanda que la unción y más dulce que la colmena. La oración a Ti da alas y vivifica. ¡Qué trepidación llena entonces al corazón y cuán grande e inteligente se vuelve la naturaleza y toda la vida! Sin Ti todo es un vacío; en donde estás presente, está la riqueza del alma y fluye el arroyo del canto: ¡Aleluya!

Ikos 4
Cuando desciende el ocaso sobre la tierra, cuando reina la paz y el silencio del anochecer, yo veo Tu palacio bajo la forma de castillos luminosos en las sombras y rojez de las nubes. Fuego y púrpura, oro y azul, profetizan la indescriptible belleza de Tus moradas y llaman con solemnidad: ¡Vamos hacia el Padre!

Gloria a Ti, que derramas sobre el mundo una enorme paz;
Gloria a Ti,  en la hora calma del anochecer;
Gloria a Ti,  por el ultimo rayo del sol poniente;
Gloria a Ti,  por el reposo bendito del sueño;
Gloria a Ti,  por Tú benevolencia en la oscuridad, por la luz que entonces das a nuestro corazón;
Gloria a Ti,  por la emoción de las oraciones del alma acompañada de su ángel custodio;
Gloria a Ti,  por la promesa del despertar para la alegría del día eterno;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 5
No son temibles las tormentas de la vida al que en su corazón tiene encendida la lámpara de Tu fuego. Alrededor podrán estar las tinieblas, la tormenta y el aullar del viento, pero en su alma, la calma y la paz. ¡Allí esta Cristo! Y el corazón canta ¡Aleluya!

Ikos 5
Veo Tu cielo brillante de estrellas. ¡Cuán rico eres, cuánta luz tienes! Las luces lejanas me miran con sus rayos desde la eternidad. Soy tan pequeño e ínfimo, pero el Señor está conmigo, Su mano me protege siempre con amor. 
Gloria a Ti,  por Tus constantes cuidados;
Gloria a Ti,  por los providenciales encuentros con la gente;
Gloria a Ti,  por el amor de los familiares, por la fidelidad de los amigos;
Gloria a Ti,  por la mansedumbre de los animales, que me sirven;
Gloria a Ti,  por los momentos luminosos de mi vida;
Gloria a Ti,  por las luminosas alegrías del corazón;
Gloria a Ti,  por la felicidad de vivir, moverme y contemplar;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 6
¡Cuán inmenso y cercano te muestras en el poderoso movimiento de la tormenta! ¡Cómo se nota Tú mano fuerte en los brillantes relámpagos y cuán magnifica se muestra Tú grandeza! La voz del Señor se escucha sobre los campos y en el susurro del bosque, en el nacimiento de los truenos y lluvias, la voz del Señor se escucha en el agua que cae. Hay alabanzas a Ti en el fragor de los volcanes. Tú sacudes a la tierra como a un ropaje. Tú levantas las olas del mar hasta el cielo. Gloria a Ti, que haces humilde el orgullo humano, que penitente, clama: ¡Aleluya!

Ikos 6
Así como el relámpago ilumina el banquete de un palacio haciendo parecer pobres las lámparas que lo enriquecen, así repentinamente brillaste en mi alma, en los momentos de más grande alegría en mi vida. Y después del relámpago de Luz, ellas parecieran incoloras, oscuras y etéreas. El alma entonces corre en Tu búsqueda. 
Gloria a Ti,  por ser el límite del más alto sueño humano;
Gloria a Ti,  por nuestra insaciable sed del contacto Divino;
Gloria a Ti,  por inspirar a nuestra alma el eterno anhelo del cielo;
Gloria a Ti, que nos revestiste con Tus delicados rayos;
Gloria a Ti, que destruyes el poder de los espíritus de las tinieblas, que condenaste a la aniquilación a todo el mal;
Gloria a Ti,  por Tus revelaciones, por la felicidad de sentirte y vivir Contigo;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 7
Tu llamado se escucha en la divina combinación de los sonidos. Tú nos abres la antesala del futuro paraíso en el canto melódico, en tonos armónicos, en la altura de las bellezas musicales, en el brillo de la creación artística. Todo lo realmente hermoso, con un llamado poderoso eleva el alma hacia Ti y nos invita a  cantar con delicia: ¡Aleluya!

Ikos 7
Con la inspiración del Espíritu Santo Tú iluminas el pensamiento de los pintores, poetas, genios de la ciencia. Con la fuerza del conocimiento superior ellos llegan a entender proféticamente Tus leyes, descubriendo ante nosotros la profundidad de Tu sabiduría creadora. Sus obras, sin querer, hablan de Ti. ¡Oh, cuán grande eres en Tus criaturas, o cuán grande eres en el hombre! 
Gloria a Ti, que mostraste la inconcebible fuerza en las leyes del universo;
Gloria a Ti, toda la naturaleza está llena de Tus leyes;
Gloria a Ti,  por todo lo descubierto a nosotros por Tú benevolencia;
Gloria a Ti,  por lo que sabiamente nos revelaste;
Gloria a Ti,  por el genio de la mente humana;
Gloria a Ti,  por la fuerza vivificante del trabajo;
Gloria a Ti,  por las llamaradas de la inspiración;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!

Kontaquio 8
Cuán cercano estás en los días de la enfermedad. Tú mismo visitas a los enfermos. Tú mismo Te inclinas sobre el lecho de sufrimiento y el corazón conversa Contigo. Tú iluminas el alma con Tu paz en los momentos de aflicción y sufrimiento. Tú envías una inesperada ayuda. Tú das consuelo y eres el amor que pone a prueba y salva. Por eso, Te cantamos: ¡Aleluya!

Ikos 8
Siendo niño, Te llamé por primera vez y Tú escuchaste mi oración llenándome el alma con Tu paz. Entonces supe cuán bueno eres y entendí que son bienaventurados los que acuden a Ti. Comencé a llamarte una y otra vez y todavía te llamo.

Gloria a Ti,  que cumples mis buenos deseos;
Gloria a Ti,  que velas sobre mí, día y noche;
Gloria a Ti,  que sanas las penas y dolores con el beneficioso pasar del tiempo;
Gloria a Ti, ya que Contigo no hay pérdidas desesperadas,
Gloria a Ti, Tú das a todos la vida eterna;
Gloria a Ti, que otorgaste la inmortalidad a todo lo bueno y alto,
Gloria a Ti, porque nos prometiste el reencuentro con nuestros reposados;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!



Kontaquio 9
¿Por qué toda la naturaleza sonríe con misterio los días festivos? ¿Por qué, entonces, en el corazón se derrama una divina felicidad, que no puede ser comparada con nada terrenal y el mismo aire del templo y del altar se torna luminoso? Este es el soplo de Tú Gracia, éste es el reflejo de la luz de Tabor, cuando el cielo y la tierra gloriosamente cantan: ¡Aleluya!

Ikos 9
Cuando Tú me inspirabas para servir al prójimo e iluminabas mi alma con la humildad, entonces, uno de Tus infinitos rayos caía sobre mi corazón y éste se tornaba luminoso, como el hierro en el fuego. Yo veía Tu misteriosa e inalcanzable Imagen. 
Gloria a Ti, que transfiguras nuestra vida con las obras de bien;
Gloria a Ti, que fijaste una inexpresable dulzura en cada uno de Tus preceptos;
Gloria a Ti, que moras donde hay perfume de misericordia;
Gloria a Ti,  que nos envías derrotas y congojas para que seamos sensibles a los sufrimientos de los otros;
Gloria a Ti,  que pusiste una gran recompensa en el valor mismo del bien;
Gloria a Ti,  por aceptar los impulsos nobles de nuestra alma;
Gloria a Ti, que elevaste el amor por encima de todo lo terrenal y celestial,
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 10
Aquello que se ha extinguido no puede ser reconstruido, pero Tú renuevas la conciencia de los que la han perdido. Tú devuelves la belleza a las almas, que la perdieron sin esperanza; Contigo no hay nada irreparable. Tú eres todo amor. Tú eres el Creador y dador de vida, por eso Te glorificamos con el cántico: ¡Aleluya!

Ikos 10
Dios mío, que conoces la caída del ángel orgulloso, sálvame con la fuerza de Tu Gracia, no permitas que me aleje de Ti; no me permitas olvidar  todos Tus dones y bondades, no me hagas dudar de Ti. Agudiza mi oído, para que en todos los momentos de mi vida, escuche Tú secreta voz, y clame a Ti, Omnipresente. 
Gloria a Ti,  por la providencial coincidencia de circunstancias; 
Gloria a Ti,  por los presentimientos benéficos;
Gloria a Ti,  por las indicaciones de la voz interna;
Gloria a Ti,  por las revelaciones en la vigilia y sueños;
Gloria a Ti,  por destruir nuestros proyectos inservibles;
Gloria a Ti,  que con los sufrimientos nos liberas de la embriaguez de las pasiones;
Gloria a Ti,  por la salvadora humillación de orgullo del corazón;
¡Gloria a Ti, Señor por los siglos!


Kontaquio 11
A través de la helada cadena de los siglos, percibo la tibieza de Tu Divina respiración, Tú ya estás cerca, la red del tiempo se disipó. Veo Tu Cruz, que sufriste por mi causa. Mi espíritu se prosterna en el polvo ante la Cruz: aquí está el triunfo del amor y de la salvación, aquí no cesa por los siglos la glorificación: ¡Aleluya!
Ikos 11
Bienaventurado el que va a participar en la cena de Tú Reino, pero Tú, ya en la tierra me hiciste comulgar de esa beatitud. Cuántas veces me ofreciste con Tu mano Divina, Tu Cuerpo y Sangre y yo, pecador, recibía a esta Santidad y sentía Tú amor inexpresable y sobrenatural. 
Gloria a Ti,  por la fuerza vivificante de la Gracia;
Gloria a Ti,  por edificar Tu Iglesia como refugio de paz para el mundo sufriente;
Gloria a Ti,  que nos haces renacer con el agua vivificante del Bautismo;
Gloria a Ti,  que devuelves al penitente la pureza de los lirios;
Gloria a Ti,  - pozo sin fondo del perdón;
Gloria a Ti,  por el cáliz de la vida, por el Pan de la alegría eterna;
Gloria a Ti, que nos elevaste al cielo;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!


Kontaquio 12
He visto muchas veces el reflejo de Tu gloria en los rostros de los que ya reposaron. ¡Cómo brillaban esos rostros, con una belleza y serenidad tan inmaterial! Era el triunfo de la felicidad y paz, del justo descanso por fin alcanzado. Silenciosamente, ellos ya clamaban a Ti. En la hora de mi muerte, ilumina también a mi alma, que clama: ¡Aleluya!

Ikos 12
¿Qué es mi alabanza ante Tu grandeza? No conozco el canto de querubines - es el privilegio de almas más elevadas. Pero sé cómo Te glorifica la naturaleza. He observado en invierno cómo, en el silencio de la noche, bajo la luz de la luna, toda la tierra oraba a Ti, vestida de blanco, brillando con los diamantes de la nieve. He visto como se alegraba por Ti el sol al levantarse y he oído los coros de pájaros cantando Tu gloria. He escuchado cómo el bosque susurra misteriosamente hacia Ti, cómo cantan los vientos, cómo murmuran las aguas, como hablan de Ti los grupos de estrellas en su ordenado movimiento en el espacio sin limite. ¿Qué es mi alabanza para Ti? La naturaleza te obedece, y yo no. Pero, mientras viva, con sólo ver Tu amor, te agradeceré, te oraré y clamaré: 
Gloria a Ti, que nos mostraste la luz;
Gloria a Ti,  que nos amas con amor profundo, inconmensurable, divino;
Gloria a Ti,  que nos cubres con la luz, con los grupos de ángeles y santos;
Gloria a Ti, Padre Santísimo, que nos llamas a heredar Tu Reino con la Sangre de Tu Hijo;
Gloria a Ti, Espíritu Santo, sol vivificador del mundo venidero;
Gloria a Ti,  por todo, oh Trinidad Divina;
¡Gloria a Ti, Señor, por los siglos!

Kontaquio 13
Oh, Bondadosísima y Vivificadora Trinidad, acepta nuestro agradecimiento por todas Tus misericordias hacia nosotros y haznos dignos de Tus benevolencias, para que, multiplicando los talentos que nos han sido confiados, entremos en la alegría eterna de nuestro Señor con la triunfal glorificación: ¡Aleluya!

Fuente: fatheralexander.org (con algunas correcciones ortográficas que me permití hacer).

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