Al terminar la primera semana del "Ayuno Mayor", el ayuno de la Cuaresma, he querido comenzar aquí con la traducción de una entrevista hecha al Hieromonje Spiridon del Monasterio Petru Voda (a quien tengo la bendición de conocer personalmente), como parte de un conocido programa ortodoxo de televisión en la región moldova de Rumanía, entrevista que luego fuera transcrita (junto a varias más, de igual importancia) y publicada el año pasado en un volumen compilatorio. De más está decir que, por su claridad y profundidad, las palabras del Padre Spiridon encierran un contenido espiriritual de mucha utilidad para la lucha cotidiana del cristiano, en su camino hacia la salvación.
En estos tiempos, en los que por todas partes se nos trata de convencer de que todo está permitido, sin aclararse, como dice el apóstol, que aún así no todo nos es de provecho, ¿Cómo logra la Iglesia Ortodoxa transmitir este mensaje, fundamental para ella y para la salvación de sus fieles, el mensaje de la mesura, de la abstinencia y de la entrega para Jesucristo?
- Las personas que creen con fe y se acercan a los oficios (litúrgicos) de la Iglesia, saben bien que el primer mandamiento que Dios les dio a nuestros antepasados en el paraíso, fue el de ayunar, de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Y este precepto que los primeros hombres, Adán y Eva, debían cumplir, incluía toda la ley moral. Esta verdad se desarrolla, posteriormente, en las Sagradas Escrituras, tanto en el Viejo Testamento, como en el Nuevo. Es importante recordar unas palabras de la Epístola a los Romanos: “El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida, sino de justicia, de paz y alegría en el Espíritu Santo.” (Romanos 14, 17). El Santo Apóstol Pablo explica claramente en este pasaje que, para merecer estar en el Reino de Dios, el hombre debe abstenerse de estos bienes ligados a su naturaleza, es decir, comida, bebida y todo aquello que tienda a producirle placer.
Existe también una forma de ayuno espiritual, ligado de aquel, una forma de purificación. Dice San Basilio el Grande que, cuando ayuna, el cristiano debe – de hecho – contentarse con un alimento simple, con aquello que proviene del cultivo de la tierra. Ayunar significa, luego, la renuncia a uno mismo, un sacrificio. (Sin embargo) muchos no entienden este concepto de renuncia. ¿A qué debe renunciar el individuo? En pocas palabras, se trata de renunciar a la propia naturaleza. Muchos creen que al renunciar a cometer determinados pecados, ya están ayunando. Pero no es suficiente con eso. Debes renunciar a tu propia naturaleza. Es decir, que cuando tengas el deseo de comer algo en específico, digas: “No. Para Dios, me abstendré de esto”. O cuando quieras beber algo que se te antoje con fuerza, digas “No. Por la fe que tengo y por ser días especiales de ayuno, me abstengo”. O, si estoy cansado, no me acuesto inmediatamente sino que prolongaré mi vigilia y mis oraciones. Estos son esfuerzos que suponen la renuncia a uno mismo. Si no logramos entender estas enseñanzas ortodoxas que nos dejaron los Padres de la Iglesia, nos hallaremos lejos del camino de la salvación.
Al hombre contemporáneo le resulta problemático percibir la idea de “renuncia a sí mismo”, porque todo el día se encuentra expuesto a la sobre estimulación de ese “yo”, con mensajes como “¡Confía sólo en ti mismo!”. Es decir, el “yo” es puesto siempre en primer plano y por eso resulta muy difícil siquiera pensar en renunciar a él, a la propia voluntad. ¿Cómo lo ayuda el ayuno (en esta lucha)?
- (En esto) tenemos como modelos al Redentor, a la Virgen María, a los santos. No debemos fijarnos en los modelos que nos propone la sociedad, autodenominada “moderna” o “post-moderna”. El Redentor, a pesar de ser el Hijo de Dios, ayunaba. La Virgen también ayunaba, oraba. Sabemos que esos doce años que pasó en el Templo, fueron de ayuno. Y, por este enorme esmero, al que se añade oración permanente, Dios la eligió para ser aquella bendita en la que habría de encarnarse Su Hijo.
Los Santos Apóstoles, de igual manera, ayunaban. Todos los santos que conocemos, en todas sus categorías: jerarcas, piadosos, médicos de los pobres, no digamos los que ofrendaron su vida por Dios, todos conocían el ayuno como forma de preparación espiritual. Luego, el ayuno es una norma inalterable de la Iglesia. No varía de acuerdo a los tiempos. Son cánones, leyes eclesiales dadas para siempre.
Hay personas que tienen algún tipo de influencia sobre el cristiano actual y que vienen con otros puntos de vista, generalmente de origen protestante, que dicen que en las Escrituras no aparece escrito que debamos ayunar, así como lo afirma la Iglesia Ortodoxa. ¿Cómo podemos nosotros guiar a los que no son ortodoxos, respecto al ayuno?
- Desafortunadamente, aquellos que no son parte de la Iglesia no entienden el sentido de esta lucha espiritual. Porque cuando el hombre se abstiene de la comida, de la bebida y de los placeres, deja de ser débil. Es más, se fortalece para la lucha espiritual. ¿Por qué? Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, así como leemos en la Carta a los Efesios (Efesios 6, 12), sino contra los espíritus de maldad, contra los poderes que dominan el mundo de la oscuridad. Nuestra lucha no puede librarse por medios materiales, porque es una de carácter espiritual. Así nos enseñaron los santos, es una enseñanza eterna. Y, creo que el cristiano que ayuna sabe, por experiencia propia, que esto es así. En la medida en que la persona ayuna y ora más, así se desprende de este mundo, de las preocupaciones vanas, acercándose en igual medida a Dios, quien así se nos revela. Dios también se nos revela de acuerdo a nuestro merecimiento personal - aún en su pequeñez -, de acuerdo a nuestro deseo de acercarnos a Él, de vivir según un modelo de santidad.
Hay quienes afirman que “Yo no tengo por qué ayunar, ya que el mismo Salvador dijo que no nos mancha lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Por eso, me abstengo de actuar mal, pero no de comer”. ¿Qué nos puede decir de esta forma de explicar el problema?
- Afirmar algo así es caer en falsedad. Debemos entender las palabras de Nuestro Señor en el contexto en que fueron dichas. Él (con esas palabras) quería alejar una práctica equivocada de los fariseos y saduceos, que creían que si no practicaban ciertos lavados rituales, se hallaban sucios, tanto que ya no podían ingerir determinados alimentos. Luego, la ley ritual del Viejo Testamento quedó abolida con el sacrificio en la cruz y con la instauración del Nuevo Testamento. Por otra parte, ¿Cómo puede afirmarse que, con esas palabras, Nuestro Salvador estaba desechando el ayuno, cuando Él mismo ayunó y les dijo a sus discípulos: “Esta clase de demonios no puede expulsarse sino con ayuno y oración” (Mateo 17, 21).
Con ayuno y oración, es decir con abstinencia y comunicación con Dios. Además del ayuno de alimentos, que los cristianos siguen así como les enseña la Iglesia, precisamente porque representa una forma de glorificar a Dios y porque les ayuda a concentrarse en lo espiritual, ¿Qué otro aspecto del ayuno debemos seguir?
- Debemos custodiar nuestros sentidos: vista, oído, voz, incluso nuestros pasos. Debemos también estar atentos a no dejar abierta ninguna puerta a las tentaciones, porque (en nuestros días) estas se han multiplicado en proporciones terribles; la oferta del pecado está en todas partes. Hasta llegar a la misma idolatría. No digamos la pornografía, por medio del Internet, en los medios de comunicación masiva… Nosotros, como cristianos, debemos luchar por nuestra salvación en estas condiciones. Debemos guardarnos de todo esto. Sabemos qué es pecado. Muchas veces les digo a quienes vienen a confesarse, que no es suficiente que conozcan que sepan qué es pecado, sino que deben aprender a odiar el pecado. Que más allá de la forma exterior del pecado está el maligno, que quiere hacernos siervos suyos por medio de lo que nos propone, por medio de la maldad de la que quiere hacernos parte.
Ha mencionado que los cristianos debemos buscar la salvación en estas condiciones. He escuchado otros puntos de vista que dicen que ya no es necesario seguir todo lo que nos aconseja la Iglesia hacer, sino que es suficiente con creer en Cristo y abstenernos, en la medida de lo posible, de obrar mal. ¿Cómo responder a semejante idea?
- Una afirmación así representa uno de los niveles más altos del orgullo. ¿Por qué? Porque quien piensa o afirma algo así, se está poniendo a sí mismo en un lugar más alto que los Santos Padres, quienes nos heredaron las leyes de la Iglesia, los distintos cánones, todo lo que Ésta necesita. Y si alguien dice “Estas leyes son obsoletas”, está tomando el lugar de los Padres de la Iglesia, está emitiendo una nueva ley. Nosotros hemos seguido en obediencia el modelo de los santos; hemos preservado su enseñanza y hemos andado el camino angosto que busca la santidad, porque eso es precisamente la Ortodoxia: priorizar la santificación. Pero pocos entienden esto.
Entonces, cuando alguien se pone en el lugar de los santos y “emite” nuevas leyes, sacando de contexto al Apóstol Pablo, ¿está perdiendo su oportunidad de salvación, está poniendo en peligro su propia salvación?
- Sí. Porque está siguiendo lo que le dicta su mente, no a los verdaderos pastores de la Iglesia, a los santos que vivieron en la gracia del Espíritu Santo, quienes interpretaron correctamente las Escrituras, quienes tuvieron la llave de esa interpretación, como dice San Simeón el Nuevo Teólogo. Ellos fueron los verdaderos guías. Desde los apóstoles, discípulos, padres apostólicos, apologistas, mártires… siempre existió una enseñanza ininterrumpida, hasta llegar a nuestros días.
Traducción libre tomada de:
"Credinta si traditii nemtene. O perspectiva crestina asupra vietuirii in lumea contemporana". De Mihai Silviu Chirila. Editura ROTIPO. Iasi, Rumanía, 2011. Puede visitarse también el blog del autor (en rumano): http://mihaisilviuchirila.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario