lunes, 5 de enero de 2015

Del oficio de la Epifanía (6 de enero)



“Hoy viene a todos nosotros el momento de celebrar y la legión de todos los santos se nos une, porque hoy los ángeles festejan junto a los hombres. Hoy, la gracia del Espíritu Santo, en forma de paloma, descendió sobre las aguas. Hoy, el Sol que no se oculta amaneció, y el mundo se ilumina con la luz del Señor. Hoy, los resplandecientes rayos de la luna iluminan la tierra. Hoy, las refulgentes estrellas, con la luz de su resplandor, embellecen el mundo. Hoy, las nubes rocían sobre los hombres la celestial lluvia de justicia. Hoy, Aquel que no fue creado, acepta voluntariamente ser tocado por la mano de Su criatura. Hoy, el Profeta y Predecesor se acerca al Soberano y, con temor, permanece cerca de Él, observando cómo Dios desciende hacia nosotros. Hoy, las aguas del Jordán se hacen sanación, con la venida del Señor. Hoy, toda la creación bebe del misterioso manantial. Hoy, los pecados de los hombres se purifican en las aguas del Jordán. Hoy, el cielo se abrió a los hombres y el Sol de justicia nos alumbra. Hoy, el amarga agua de los tiempos de Moisés, se convierte en la miel del pueblo, con la venida del Señor. Hoy, nos hemos librado del llanto antiguo y cual nuevo Israel nos hemos salvado. Hoy, nos hemos salvado de la oscuridad y con la luz del conocimiento de Dios nos hemos iluminado. Hoy, la oscuridad del mundo se desvanece con la manifestación de nuestro Dios. Hoy, toda criatura es alumbrada desde el cielo, cual si se tratara de una antorcha. Hoy, el engaño se derrumba y la venida del Soberano nos abre el camino de la salvación. Hoy, festejan cielos y tierra, proclamando juntos. Hoy, la santificada y muy conocida legión de los ortodoxos se regocija. Hoy, el Soberano asiste al Bautizo, para elevar la naturaleza humana. Hoy, el Altísimo se prostrerna ante Su siervo, para librarnos de la servidumbre. Hoy, el Reino de los Cielos hemos obtenido, porque el Reino de Dios no tiene fin. Hoy, la tierra y el mar ha compartido la alegría del mundo, que se ha llenado de felicidad.
Te vieron las aguas, Oh Dios, te vieron las aguas y temieron. El Jordán regresó sus aguas, viendo el Fuego de la Divinidad encarnándose y entrando en él. El Jordán regresó sus aguas, viendo al Espíritu Santo en imagen de paloma, descendiendo y volando alrededor de él. El Jordán regresó sus aguas, viendo a Aquel que no puede ser visto, al Creador encarnado, al Soberano en imagen de siervo. El Jordán regresó sus aguas y los montes se sobrecogieron viendo a Dios encarnado; las nubes, entonces exclamaron, admirándose de Aquel que vino, la Luz de la Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, en un festejo soberano, viendo hoy en el Jordán a Aquel que hundió la muerte de la desobedencia, la picadura del engaño y las ataduras del infierno, dándole al mundo el Bautizo de la salvación. Por eso, también yo, pecador e indigno servidor Tuyo, cofensando Tus gloriosos milagros, estremecido de temor, con humildad exclamo a Tí:

¡Qué grande eres, Señor, y qué maravillosas son Tus obras; no hay palabras suficientes para glorificar Tus maravillas!"


Traducido del texto publicado en:  http://molitfelnic.ro/slujba-aghiasmei-celei-mari-la-botezul-domnului-nostru-iisus-hristos/


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