Del oficio de la Epifanía (6 de enero)
“Hoy viene a todos nosotros el momento de
celebrar y la legión de todos los santos se nos une, porque hoy los
ángeles festejan junto a los hombres. Hoy, la gracia del Espíritu
Santo, en forma de paloma, descendió sobre las aguas. Hoy, el Sol
que no se oculta amaneció, y el mundo se ilumina con la luz del
Señor. Hoy, los resplandecientes rayos de la luna iluminan la
tierra. Hoy, las refulgentes estrellas, con la luz de su resplandor,
embellecen el mundo. Hoy, las nubes rocían sobre los hombres la
celestial lluvia de justicia. Hoy, Aquel que no fue creado, acepta
voluntariamente ser tocado por la mano de Su criatura. Hoy, el
Profeta y Predecesor se acerca al Soberano y, con temor, permanece
cerca de Él, observando cómo Dios desciende hacia nosotros. Hoy,
las aguas del Jordán se hacen sanación, con la venida del Señor.
Hoy, toda la creación bebe del misterioso manantial. Hoy, los
pecados de los hombres se purifican en las aguas del Jordán. Hoy, el
cielo se abrió a los hombres y el Sol de justicia nos alumbra. Hoy,
el amarga agua de los tiempos de Moisés, se convierte en la miel del
pueblo, con la venida del Señor. Hoy, nos hemos librado del llanto
antiguo y cual nuevo Israel nos hemos salvado. Hoy, nos hemos salvado
de la oscuridad y con la luz del conocimiento de Dios nos hemos
iluminado. Hoy, la oscuridad del mundo se desvanece con la
manifestación de nuestro Dios. Hoy, toda criatura es alumbrada desde
el cielo, cual si se tratara de una antorcha. Hoy, el engaño se
derrumba y la venida del Soberano nos abre el camino de la salvación.
Hoy, festejan cielos y tierra, proclamando juntos. Hoy, la
santificada y muy conocida legión de los ortodoxos se regocija. Hoy,
el Soberano asiste al Bautizo, para elevar la naturaleza humana. Hoy,
el Altísimo se prostrerna ante Su siervo, para librarnos de la
servidumbre. Hoy, el Reino de los Cielos hemos obtenido, porque el
Reino de Dios no tiene fin. Hoy, la tierra y el mar ha compartido la
alegría del mundo, que se ha llenado de felicidad.
Te vieron las aguas, Oh Dios, te vieron las aguas y
temieron. El Jordán regresó sus aguas, viendo el Fuego de la
Divinidad encarnándose y entrando en él. El Jordán regresó sus
aguas, viendo al Espíritu Santo en imagen de paloma, descendiendo y
volando alrededor de él. El Jordán regresó sus aguas, viendo a
Aquel que no puede ser visto, al Creador encarnado, al Soberano en
imagen de siervo. El Jordán regresó sus aguas y los montes se
sobrecogieron viendo a Dios encarnado; las nubes, entonces
exclamaron, admirándose de Aquel que vino, la Luz de la Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, en un festejo soberano, viendo hoy en el
Jordán a Aquel que hundió la muerte de la desobedencia, la picadura
del engaño y las ataduras del infierno, dándole al mundo el Bautizo
de la salvación. Por eso, también yo, pecador e indigno servidor
Tuyo, cofensando Tus gloriosos milagros, estremecido de temor, con
humildad exclamo a Tí:
¡Qué grande eres, Señor, y qué maravillosas son Tus obras; no
hay palabras suficientes para glorificar Tus maravillas!"
Traducido del texto publicado en: http://molitfelnic.ro/slujba-aghiasmei-celei-mari-la-botezul-domnului-nostru-iisus-hristos/
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