jueves, 28 de octubre de 2010

Sobre el amor de Dios y el amor al prójimo.




Continúo aquí con la serie de textos que quiero compartirles.


"Mucho ha amado, mucho se le perdonará" (Lucas 7, 47-50). Aquí se puede ver claramente, qué clase de mujer era aque0lla que recibió semejante respuesta del mismo Hijo de Dios y de la Virgen María, Jesucristo: "Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume."

La naturaleza pecadora de esta mujer es común, en modo constante y repetido a cualquier persona. Pero no cualquier persona es capaz de tener semejante forma de arrepentimiento frente a Dios, como lo tuvo la mujer del párrafo anterior. Por qué? Porque el hombre no se da cuenta de la gravedad de los pecados que comete frente a Dios, que es omnipresente y que lo ve todo. El arrepentimiento de esta mujer asombró al fariseo que había invitado al Redentor, diciendo: "si éste fuera profeta, sabría quién es y qué clase de mujer es ésta, pecadora..." El fariseo no pudo percibir el arrepentimiento, porque no tenía el amor que ella logró sentir frente a Cristo y tampoco pudo ver la misericordia de Dios, hacia ella.

El Redentor, viendo la frialdad de alma del fariseo, lo ayudó a entender lo que sucedía frente a sus ojos, relatándole la parábola de los dos deudores. Uno debía 500 dinares y el otro 50. La diferencia era muy grande entre ambas deudas pero, aún así, el prestamista las perdonó ambas. "Cuál de los dos lo amará más?" Le preguntó a Simón, el fariseo. "Pienso que aquel al que se le perdonó más", respondió Simón. Y Jesús le respondió: "Haz juzgado bien".

Observamos continuamente en las Sagradas Escrituras cómo Dios Hijo, Jesucristo, prepara el alma de los hombres, a través de párabolas y enseñanzas fáciles, para que entiendan de modo más fácil el trabajo que hace Dios, hasta el fin del mundo.

A continuación, la Escritura nos muestra bellamente, cómo el Salvador le explica a Simón qué significa el amor de Dios y el verdadero arrepentimiento, haciendo referencia directa a él, pero también a todo hombre que esté en la misma situación espiritual con Simón el fariseo.

El amor de Dios significa lucidez, es vivirlo sin obstáculos ni límites, pero también sin preguntas o dudas, porque no hay dudas ahí donde Dios responde a todos nuestros pensamientos. El amor lúcido es amor manifestado a través de nuestras obras.

Cómo responde Dios al amor del pecador, se puede ver más adelante: "Por esto te digo: Tus pecados te son perdonados, porque mucho has amado. Y al que se le perdona poco, poco ama". Y ha dicho "Tus pecados te son perdonados!". Este perdón dado por Dios a la mujer pecadora del pasaje evangélico, se concreta hoy en la Iglesia, a través del Sacramento de la Confesión frente a Dios y el sacerdote. Entonces, la confesión es la respuesta a todas las dudas.

Les pondré un ejemplo. Una mujer que tenía ocho hijos fue una vez preguntada por alguien, con asombro, cómo hacía para alimentarlos a todos. Aquella madre le respondió: "Porque los amo a todos, todo se hace más fácil". Y otra persona le preguntó: "Cómo consigue alimentarlos, siendo tantos, cómo vestirlos a todos?" Y la mujer respondió: "Si los amo, para qué contarlos a todos?" Así hace también Cristo con nosotros, no nos cuenta cuán pecadores somos, sino cuántas virtudes tenemos, porque nos ayuda sin hacer ninguna diferencia!

Las señales del amor de Dios en la vida de la persona se perciben sólo si ésta sabe responder con amor ante Dios. Cuando tiene algún problema o alguna tentación fuerte, debe entonces tener paciencia y fe en Dios, indiferentemente de lo difícil de la situación.

El amor de Dios se puede sentir físicamente entonces cuando Él desciende hacia el corazón del hombre, llevándole el calor de la oración ferviente y del arrepentimiento, diciendo "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador".

El amor es la vivencia en Cristo y, desde luego, no puede ser falta de lucidez. El amor verdadero debe demostrarse hacia nuestro prójimo y de las enseñanzas de Cristo. Si no amamos a nuestro prójimo, mentimos, porque tampoco amamos a Dios, como dice el apóstol Juan. En lugar de preocuparnos tanto de nuestra propia vida, de asegurar nuestro bienestar terrenal, debemos atender mucho más a nuestro prójimo con amor desinteresado. De esta forma, haciendo nuestras mismas aflicciones más leves, nos acercaremos más a Dios. Entonces, amas a Dios entonces cuando dejas de amar las cosas del mundo, cuando haces realidad los mandatos de Cristo.

El amor al prójimo es el primer paso hacia nuestra salvación. El hombre sin amor, sin cercanía al sufrimiento ajeno, no podrá justificarse en el juicio ante Dios.

La sed de Dios nos lleva ella misma al amor hacia nuestro prójimo y viceversa. Tanto poder tiene el amor al prójimo. (...) Todo esto, porque Dios es la fuente de todo amor."


P. Iustin Parvu.

(El texto anterior lo extraje de "Părintele Iustin Pârvu. Viaţa şi învăţăturile unui mărturisitor", de Graţia Lungu Constantineanu. Rumanía, 2008. De las páginas 549 a 553. Imagen tomada de www.telegraph.co.uk)

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