- Padre, ¿Qué debemos hacer para amar mucho más a Dios, para sentirlo más cerca de nosotros?
- Debemos hablar con Él. Debes sentirlo en ti, no
fuera de ti, en el exterior; debes sentirlo en tu interior, en tu corazón,
porque nuestro corazón es infinito, ya que en él vive Cristo desde nuestro
bautizo. Una persona tiene ciertas dimensiones infinitas, las de su
personalidad; en lo profundo, la persona humana es eterna. En esta profanidad
nuestra está Dios, de acuerdo a lo que repite tantas veces San Pablo “Ustedes son iglesia del Dios vivo”.
Entonces, no dirijamos nuestra oración a un rincón,
porque Dios no es material o espacial como para ponerlo en un solo rincón y
decir “¡Ahí está Dios!”. Ensimísmate y dirige desde el corazón tu
oración a Dios y así sentirás Su presencia. Hablar con Dios te ayuda a sentir
la presencia de Dios. Cuéntale a Dios cuando tienes hambre, cuando tienes sed,
dile a Dios que vas a viajar a tal lugar, habla con Él cuando vayas en camino,
enséñale lo bellas que están las flores. Habla con Dios de todo, “Señor, ¿Qué hago? Fíjate que tengo que
tengo que hacer esto y esto; tengo hambre, voy a ir a comer un pedazo de pan”;
puede parecer cosa infantil, pero toda conversación con Dios se convierte en
oración.
Porque, ¿Qué es la
oración? Es una continua comunicación de la persona con Dios. Recuerden lo que
dice San Pablo en la Carta a los Tesalonicenses: “Oren sin cesar”. ¿Cómo lograba él orar sin cesar, cuando todo el
tiempo fue un hombre muy activo? Hizo tantas iglesias, escribió tantas
epístolas, hizo tantas cosas… No podía, entonces, estar permanentemente de
rodillas, orando. Entonces, pensó lo
siguiente: hay que sentir todo el tiempo la presencia de Dios, en el corazón.
De hecho, los Santos Padres de la Iglesia así definen la oración: la oración es
sentir la presencia de Dios. Orar no es solamente leer algo en un libro. Es
algo que deben saber también los jóvenes. No se trata solo de hacer una oración
por la mañana y, listo, se acabó por hoy. Alguna vez habrás pensado “¡Ah, no terminé de hacer mis oraciones!”.
Pero la oración no se termina nunca. Habla con Dios como si fueras un niño,
¡porque somos los pequeños de Dios! Y este hablar infantil con Dios te traerá
el sentimiento de la presencia íntima de Dios en tu corazón. Existe un refrán
conocido entre monjes: “Si oras sólo
cuando oras, entonces no oras en absoluto”. Si sientes la presencia de Dios
en ti, entonces te encuentras en ese estado de oración. El individuo en sí se
vuelve una oración, porque tiene ese estado de oración, no momentos de
oración,… no momentos en los que ora y momentos en los que no. Eso sería
terrible. Debemos sentir todo el tiempo la presencia de Dios en nosotros.
Cuando digas “¡Señor!” está seguro que Dios vuelve Su rostro
hacia ti y espera a que le digas algo. Cuando estás ocupado, permanece atento a
lo que haces. Cuando hables, piensa siempre lo que dices. Pero, si tienes tiempo,
2, 3, 4 minutos o incluso hablando con otras personas, puedes decir. ” ¡Señor Jesucristo, tennos en cuenta, ayúdanos!”
O “¡Señor, Bendice a estas personas!”.
Traducción libre de un fragmento del texto publicado en www.putna.ro
Muy Bonito. Realmente estoy encantado e impresionado por todos los textos que en esta pagina se publican. Me sirven mucho para meditar, (o incluso como aqui se dice, "para orar"), pues me permite pensar en tantas cosas profundas. Desearia que nunca dejasen de publicar textos como este, pero soy conocedor de la dificultad que supone traducir los textos al Español, desde otro idioma. Aun asi y todo, muchas gracias por publicar textos tan importantes y bellos, en esta Web.
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