En la montañosa provincia del norte de Jerusalén, en la pendiente de una de las montañas cerca del valle Esdrelón, se ubicaba Nazaret. Era un pueblito pequeño, que históricamente no sobresalía en nada, por lo cual los hebreos se referían a él hasta con cierto desprecio, diciendo: "¿Podrá haber algo bueno de Nazaret?"
En este pueblito vivía la piadosa pareja, Joaquín y Ana, a quiénes el Señor eligió como antecesores del Salvador del mundo. Joaquín provenía de la casa del rey David, y Ana — era de la clase sacerdotal. La sobrina de Ana, la justa Elizabet, después fue la madre de Juan el Bautista y era prima hermana de la futura Virgen María.
El justo Joaquín era un hombre que estaba en una acomodada situación económica, y tenía mucha cantidad de ganado. A pesar de la abundancia, toda la vida de esta justa pareja, estaba impregnada por el espíritu de un devoto amor a Dios y por la caridad hacia el prójimo. Por estas cualidades ellos gozaban del respeto y el amor de todos. Los mortificaba, sin embargo, una pena: no tenían descendencia, lo cual entre los hebreos se consideraba como indicio de castigo Divino. Ellos pedían incesantemente a Dios que les enviare un hijo para su alegría, aunque hacia la vejez tenían ya poca esperanza de ello. Joaquín estaba muy apesadumbrado por la falta de hijos y una vez, trayendo sus ofrendas a Dios, escuchó de cierto Rabí un duro reproche: "¿Por qué razón quieres ofrecer tus dones a Dios antes que otros? ¡Pues tú no eres digno, por no tener descendencia (ser estéril)!" Por causa de tan grande aflicción el justo Joaquín se alejó al desierto para ayunar y rezar.
Al conocer esto, la justa Ana, considerándose a si misma culpable por la falta de descendencia, se angustió también y comenzó a orar a Dios todavía con mayor fervor, para que Él la escuchara y le mandara un niño. En uno de estos estados de oración, se le apareció un Ángel de Dios y le dijo: "Tu oración ha sido escuchada por Dios, y tu concebirás y de ti nacerá una hija bendita, superior a todas las hijas de la tierra. Por causa de Ella se bendecirán todas las razas de la tierra. Ponle por nombre María."
Habiendo escuchado estas dichosas palabras, la justa Ana inclinándose ante el Ángel le dijo: "¡Vive el Señor Mi Dios! ¡Si realmente naciera de mí un niño, lo entregaré al Señor para que esté a Su servicio! ¡Que Lo sirva, glorificando Su nombre durante toda su vida!"
Ese mismo Ángel del Señor se le apareció también al justo Joaquín, diciéndole: "Dios aceptó tus oraciones con benevolencia. Tu esposa Ana concebirá y alumbrará una hija, por Quien todo el mundo se regocijará. He aquí también la señal de la veracidad de mis palabras: ve a Jerusalén, y allí encontrarás a tu esposa en las puertas doradas."
San Joaquín se dirigió sin demora a Jerusalén, llevando consigo presentes para ofrecerlos a Dios, y también para los sacerdotes.
Llegado a Jerusalén, encontró a su esposa Ana, como lo predijo el Ángel, y relataron el uno al otro, todo lo que les fue anunciado, y, después de pasar un tiempo más en Jerusalén regresaron a su casa, en Nazaret. Pasado el tiempo establecido de su embarazo, la justa Ana dio a luz una hija, a la Cual llamó María, como lo ordenó el Ángel.
Después de pasado un año, Joaquín organizó un banquete, para el cual invitó a los sacerdotes, ancianos y a todos sus conocidos. Durante el banquete alzó a su Bendita Hija y, mostrándola a todos, pidió a los sacerdotes que La bendijeran.
La concepción por santa Ana se festeja por la Iglesia el nueve de Diciembre, llamando esta concepción como gloriosa y santa.
Pero sin embargo la Iglesia Ortodoxa no acepta esta concepción como aspermática e inmaculada, como lo enseña la iglesia católica romana, que en el siglo 19 promulgó el dogma de la "Concepción inmaculada." Entre los católicos se expresaban objeciones, dirigidas contra esta enseñanza, porque en el concilio de Tridensk se le consideraba solo como una opinión. Más en el año 1854 el Papa Pío IX elevó esta opinión de la concepción inmaculada de la Virgen María al grado de un dogma, no teniendo para ello datos algunos ni en las Sagradas Escrituras, ni en las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia.
La iglesia Ortodoxa solo acepta como inmaculado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, ya que Él fue dado a luz milagrosamente — del Espíritu Santo y la Virgen María.
La Virgen María por su parte, nació por medios naturales y, aunque Ella personalmente era sin pecado, pero sin embargo, como todos, tenía la naturaleza dañada por el pecado original, por lo cual Ella misma necesitaba ser redimida. Según las palabras de San Ambrosio:
"de todas los nacidos por mujeres, es completamente Santo solo nuestro Señor Jesucristo, Quien por un especial, nuevo modo de inmaculado nacimiento, no experimentó la corrupción terrenal."
En la literatura teológica ortodoxa hay muchos tratados, orientados en contra de la inmaculada concepción de la Virgen María por Santa Ana. Vamos a mencionar solo la opinión del protopresbítero Y. M. Skvortsov, profesor de la Academia Espiritual de Kiev que dice:
"El Evangelio atestigua que el Espíritu Santo bajó sobre la Santa Virgen y la cubrió, y en consecuencia de ello, lo nacido de Ella era — santo, perfectamente limpio, sin pecado. ¿Era por ello necesario que la Virgen naciera ella Misma sin defecto? No fue por causa, de que Ella era santa desde su nacimiento, sino por que el Espíritu Santo descendió sobre Ella y la purificó. La Tradición testifica, que era necesaria para la Madre de Dios la preparación en el Templo desde los tres años de edad. El pecado original no podía desarrollarse en Ella. Su educación en el templo y la oración purificaban toda Su alma. Su completa santificación sucedió en el día de la Anunciación. ¿Mas cómo pudo haberse limpiado el pecado original, si aún no se había ejecutado la redención? Este es el misterio del Bendito Fruto de la Mujer, preparado desde los siglos. La Gracia del Espíritu Santo pudo haber colocado todo el ser de la Madre de Dios, en tal altura de humildad y devoción en el momento de la concepción del Hijo de Dios, que en ella no intervino nada humanamente defectuoso."
Troparion Tono 4:
Tu nacimiento oh Madre de Dios Virgen, anunció la alegría a todo el universo. Porque de Ti resplandeció el sol de verdad, Cristo nuestro Dios, destruyendo la maldición, Él nos concedió la bendición y destruyendo la muerte, nos otorgó la vida eterna.
Kondaquion Tono 4:
Joaquín y Ana fueron liberados del reproche de la esterilidad, Adán y Eva de la corrupción de la muerte, oh Purísima, por Tu santa Natividad, por eso Tu pueblo celebra este acontecimiento, por haber sido redimido de la culpa del pecado, celebra exclamándote: la estéril da a luz a la Madre de Dios, nutridora de nuestra vida.
El nacimiento de la Madre de Dios es para nosotros un día especialmente gozoso, porque con él se hizo realidad toda una serie de importantísimas profecías y pronósticos del Antiguo Testamento. Precisamente a Ella Dios La eligió para que fuera Aquella Virgen, Quien de acuerdo a las predicciones de Isaías, tenía que concebir sin semilla del Espíritu Santo y dar a luz al Hijo-Emanuel, destinado a salvar al género humano de la maldición y muerte que pendían sobre él.
Ella se convirtió en la misteriosa "escalera" que unió al Cielo con la tierra, vista en sueños por el patriarca Jacob (Hechos 28:12). Ella se hizo también "la puerta cerrada" quien según la visión del profeta Ezequiel (Ez. 44:2) traspasó el Señor Dios de Israel para visitar y liberar a su gente. Es también Ella la creación de la casa de la sabiduría de Dios (Prov. 9:1), que alumbra a todo hombre, que viene a este mundo (Juan 1:9), y que disipa las tinieblas de la incredulidad y el extravío.
En una palabra, el nacimiento de la Santísima Virgen María es para nosotros el comienzo del cumplimiento de todas las promesas Divinas, con las cuales vivió y se consoló la humanidad durante muchos milenios, — la manifestación al mundo de Aquel misterio oculto por siglos y generaciones, que estaba preparado desde la eternidad para la salvación y gloria del caído género humano.
Es por eso, que esta celebración, como enseña San Andrés de Creta es, "el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad." San Juan Damasceno dijo: "el día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría."
Además de la fiesta de la Anunciación, la Iglesia Ortodoxa celebra otras tres fiestas mayores de la Santísima Virgen María, la Theotokos. La primera de estas fiestas es la de su nacimiento, la cual se celebra el día 8 de septiembre.
El relato del nacimiento de María no se encuentra en la Biblia. El relato tradicional de este acontecimiento se encuentra en los escritos apócrifos que no forman parte de las escrituras del Nuevo Testamento.
La enseñanza tradicional que se celebra en los himnos y versos de la liturgia de la fiesta es que Joaquín y Ana eran una piadosa pareja judía, fieles de la Antigua Alianza y seguidores de la Ley Mosaica. Figuran entre el “resto santo” en Israel, que esperaban todavía la venida del prometido Mesías. La pareja era bastante mayor de edad, y no tenían hijos. Rogaban fervorosamente al Señor que les diera hijos, ya que entre los judíos la esterilidad era un signo de la falta del favor divino. En respuesta a sus oraciones, como recompensa a su constante fidelidad a Dios, la anciana pareja fue bendecida con una hija quien estaba destinada, debido a su propia bondad y santidad personal, a llegar a ser la Madre del Mesías, el Cristo; la Madre del Dios Encarnado.
Tu nacimiento, oh Madre de Dios, anunció el gozo a todo el universo. Porque de ti resplandeció el Sol de Justicia, Cristo Dios Nuestro. Porque aniquilando la maldición, nos concedió la bendición; y destruyendo la muerte, nos otorgó la vida eterna. (Tropario)
Por tu nacimiento, oh Virgen purísima, Joaquín y Ana fueron librados de la esterilidad; Adán y Eva fueron librados de la corrupción de la muerte. Y nosotros, tu pueblo, librados del sello del pecado. Te celebramos cantando: La mujer estéril da a luz la Madre de Dios, aquella que alimenta nuestra vida. (Kontakion)
El hecho de que no haya evidencia bíblica respecto al nacimiento de María no tiene importancia en cuanto al significado de la fiesta. Aun si los hechos tras la fiesta como se celebra en la Iglesia sean cuestionables desde un punto de vista histórico, su significado divino “por nosotros y para nuestra salvación” es bastante claro. Era necesario que alguien nacido de carne y sangre humana fuera espiritualmente capaz de ser la Madre de Cristo Dios, y ella debía nacer en este mundo, hija de dos personas espiritualmente preparados para ser sus padres.
La fiesta de la Natividad de la Theotokos, por lo tanto, es una glorificación del nacimiento de María, de la persona de María misma, y de la santidad de sus padres. Es también la celebración de la primera preparación de la salvación del mundo. Pues María es el “Recipiente de la Luz”, el “Libro de la Palabra de la Vida”, la “Puerta del Sol Naciente”, el “Trono de Sabiduría”.
Los versos de la fiesta están llenos de títulos como los que hemos citado arriba. Son inspirados por el mensaje de la Biblia, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. Las lecturas bíblicas indicadas para la fiesta expresan esto mismo.
En el oficio de Vísperas, las tres lecturas tomadas del Antiguo Testamento son “mariológicas” en su interpretación neotestamentaria. Es así entonces, que se comprende que la escalera de Jacob que une el cielo con la tierra y el lugar que es llamado “la Casa de Dios” y la “Puerta del Cielo” (Génesis 28,10-17) simbolizan la unión divino-humana, la cual se realiza del modo más perfecto y más completo, tanto en lo espiritual como en lo físico, en la persona de María la Theotokos, la Progenitora de Dios. También simboliza a María la visión del Templo con la “puerta al Oriente” perpetuamente cerrada y llena de “la gloria del Señor”. Se refiere a ella en los himnos como “el templo vivo de Dios lleno de la divina gloria”. (Ezequiel 43,27-44,4) María es también comparada a la “casa” que la Sabiduría Divina construyó para sí, según la lectura de Proverbios 9, 1-11.
La lectura del Santo Evangelio que se lee en el oficio de Matutinos es la misma que se lee en todas las fiestas de María, el famosa Magnificat del Evangelio según San Lucas en que María dice:
“Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.” (Lucas 1,47-48)
La lectura de la Epístola para la Divina Liturgia es el conocido pasaje acerca de la venida del Hijo de Dios en “forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2,5-11). La lectura del Evangelio, que es él que siempre se lee en la Divina Liturgia en fiestas de la Theotokos, cuenta el diálogo entre Jesús y Marta (Lucas 10,38-42) después del relato de la mujer en la multitud quien glorifica a la Madre de Jesús. El propio Señor responde que aquella misma bienaventuranza que recibe su madre es para todos “los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11, 27-28)
Entonces, en la fiesta de la Natividad de la Theotokos, tal como en todas las celebraciones litúrgicas de la Madre de Cristo Dios, proclamamos y festejamos lo siguiente: que, mediante la bondad y amor de Dios para con la humanidad, cada cristiano recibe lo que recibe María, la “gran misericordia” que se concede a todos los seres humanos por el nacimiento de Cristo de la Virgen.
Tomado de iglesiaortodoxa.cl