La Semana Santa de la Iglesia Ortodoxa I.
Introducción
La Gran Cuaresma es el tiempo en que nos preparamos para la fiesta de la Resurrección de Cristo. Sintéticamente es el símbolo del conjunto de la vida del ser humano, la cual se completará en su resurrección de los muertos junto a Cristo. Es un tiempo de renovada devoción: de oración, ayuno y ayuda a los necesitados. Es un tiempo de arrepentimiento, una verdadera renovación de nuestras almas, corazones y obras, en conformidad a Cristo y a sus enseñanzas. Es el tiempo, sobre todo, de nuestro retorno a los grandes mandamientos de amar a Dios y al prójimo.
En la Iglesia Ortodoxa, la Gran Cuaresma no en un periodo de morbosidad y tinieblas. Al contrario, es el tiempo de la alegría de la purificación. Estamos llamados a “perfumar nuestros rostros” y a “purificar tanto nuestros cuerpos como nuestras almas.” Los primeros himnos del primer oficio que se celebra en la Gran Cuaresma nos muestran el carácter propio de este tiempo:
Comencemos la Cuaresma con regocijo... ayunemos de la comida y de toda pasión, regocijándonos en las virtudes del Espíritu. Perseverando en ellas con nuestros deseos a fin de que podamos ser dignos de ver la santa Pasión de Cristo Nuestro Dios y, en la alegría espiritual, su Santa Pascua.
Tu gracia, oh Señor, que es la iluminación de nuestras almas, ha venido sobre nosotros. He aquí el tiempo aceptable; he aquí, ha llegado el tiempo de arrepentimiento. Rechacemos las obras de las tinieblas, revistámonos de las armas de la luz, a fin de que, atravesando el gran océano del ayuno, podamos llegar a la Resurrección al tercer día de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, Él que salva nuestras almas. (Himnos del Oficio de Vísperas)
Lo que Dios en verdad desea es nuestro arrepentimiento, no nuestro remordimiento. Lloremos nuestros pecados, pero hagámoslo en la alegría de la misericordia de Dios. Mortifiquemos nuestra carne, pero que sea en el regocijo de nuestra resurrección a la vida eterna. Nos preparemos durante la Gran Cuaresma, tanto para la Resurrección de Cristo como para nuestra propia resurrección.
EL AYUNO DE LA GRAN CUARESMA
Debemos agregar unas palabras especiales acerca del ayuno que hacemos durante la Gran Cuaresma. En términos generales, se puede decir que el ayuno es un elemento esencial de la Vida Cristiana. Cristo mismo ayunó, y enseñó a sus discípulos a ayunar también. El ayuno verdaderamente bendito es el que se hace en secreto, sin mostrarse a los demás y sin acusar a los demás. (Mateo 6,16; Romanos 14) Su meta es la purificación de nuestras vidas, la liberación de nuestros cuerpos y almas del pecado, el fortalecimiento de nuestra capacidad humana de amar a Dios y al prójimo, y la iluminación de todo nuestro ser en la comunión con la Santísima Trinidad.
Las reglas ortodoxas para el ayuno de la Cuaresma siguen las reglas monásticas. No se permite el consumo de carne después del Domingo de la Abstinencia de Carne, y no se permite el consumo ni de huevos ni de productos lácteos después del Domingo de la Abstinencia de Queso. Estas reglas no significan una “carga que no se pueda llevar” (Lucas 11,46), a la manera en que la imponen los fariseos, sino más bien como un ideal que debemos tratar de alcanzar; no como un fin en sí, sino como un medio que nos lleva hacia la perfección espiritual coronada en amor. Los propios oficios de la cuaresma nos recuerdan de esto:
Ayunemos con un ayuno agradable al Señor. Este es el ayuno verdadero: rechazar al mal; cuidar la lengua; abstenerse de la ira; alejar las pasiones, el mal hablar, las mentiras y las maldiciones. Dejar todo esto es el ayuno verdadero y aceptable a Dios. (Vísperas del Lunes de la Primera Semana de la Gran Cuaresma)
Los oficios de la Gran Cuaresma también claramente nos enseñan a no ser orgullosos de nuestro ayuno, ya que los demonios no comen jamás.
El ayuno ascético de la Gran Cuaresma continúa desde el Domingo de la Abstinencia de la Carne hasta el Domingo de la Resurrección después de la Divina Liturgia Pascual. Reconociendo que están llamados a realizar un gran esfuerzo, los Cristianos han de hacer todo lo posible para ayunar en la mejor forma que puedan, en secreto, de modo que Dios los vea y les bendiga abiertamente con una vida santa. Cada persona debe hacer lo mejor que pueda a la luz de este ideal.
Además del ayuno ascético de este periodo de Cuaresma, los Cristianos Ortodoxos practican lo que se llama el ayuno eucarístico o ayuno litúrgico. Esta abstinencia no se refiere al ayuno que se hace como preparación para recibir los dones eucarísticos, sino de la abstención de recibir la misma Santa Eucaristía.
Dado que el tiempo de Cuaresma es de preparación para la Resurrección del Señor el orden litúrgico de la Iglesia no permite la celebración eucarística en los días de semana. En lugar de la Divina Liturgia, los oficios no-eucarísticos se extienden con lecturas adicionales de las Sagradas Escrituras e himnos de un carácter penitencial. Sin embargo, a fin de que los fieles no sean totalmente desprovistos de la Santa Comunión en los días de semana, los días miércoles y viernes se celebra la Divina Liturgia de los Dones Presantificados (Ver texto más adelante).
A pesar de este ayuno eucarístico, de todas maneras se celebra la Divina Liturgia Eucarística los días Sábado y Domingo (el Día del Señor). Los sábados, se celebra la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo, generalmente acompañada de oraciones especiales para los fieles difuntos. Los domingos, se celebra la Divina Liturgia de San Basilio el Grande, liturgia más extensa que la de san Juan Crisóstomo.
A menudo se hace referencia a la enseñanza que los días sábado y domingo no son días de ayuno en la Iglesia Ortodoxa. Esto es cierto, pero se refiere solamente al ayuno eucarístico-litúrgico. Durante toda la Gran Cuaresma, aunque se rompe el ayuno eucarístico los sábados y domingos, se guarda el ayuno ascético todos los días, desde el Domingo de la Carne hasta la Pascua de Resurrección.
LOS OFICIOS DE LA GRAN CUARESMA
Los oficios de la Gran Cuaresma en los días de semana se caracterizan por melodías especiales que expresan su carácter penitencial. Las vestimentas y ornamentos utilizados en la iglesia son de colores apagados. Los troparios diarios también son de carácter de intercesión, rogando a Dios mediante Sus santos que tenga misericordia de nosotros pecadores.
En el oficio de Matutinos, no se canta el Salmo “Dios el Señor …” como de costumbre, sino que en su lugar se canta el Aleluya largo. Hay una mayor cantidad de lectura de salmos, como en las horas canónicas, y los himnos hacen referencia al esfuerzo de purificación y crecimiento espiritual que hacemos durante la Cuaresma.
Tres libros del Antiguo Testamento tiene especial importancia durante la Gran Cuaresma. Estos son el libro de Génesis, el de Proverbios, y el del Profeta Isaías. De hecho, se leen cada uno de estos libros en forma casi completa durante este tiempo. Lecturas tomadas de Génesis y Proverbios son agregadas al oficio de Vísperas, y del Profeta Isaías a la Sexta Hora. Ya que no se celebra la Divina Liturgia, no hay lecturas de la Epístola ni del Evangelio.
Una oración especialmente conocida en la tradición ortodoxa es rezada en todos los oficios de la Gran Cuaresma. Esta es la Oración de San Efrem el Sirio. Es una súplica a Dios, acompañada de prosternaciones, rogándole que nos dé aquellas virtudes necesarias para la vida cristiana.
Oh Señor y Soberano de mi vida: líbrame del espíritu de pereza, de decaimiento, de vanagloria y de habladuría.
Y concédeme a mí tu siervo pecador, el espíritu de integridad, de humildad, de paciencia y de amor.
Oh Señor y Rey, concédeme de conocer mis faltas y no juzgar a mi hermano, porque Tú eres bendito por los siglos de los siglos. Amen.
El Domingo de la Abstinencia de Queso en la tarde, se acostumbre a celebrar un oficio especial de Vísperas llamado las Vísperas del Perdón. Es el primer oficio de la Gran Cuaresma. Este domingo es dedicado especialmente al perdón. Estamos prontos a entrar en el tiempo litúrgico en que nos esforzamos en forma especial para reconciliarnos con Dios y con el prójimo. Es costumbre, entonces, en la Iglesia Ortodoxa, durante las Vísperas del Perdón, que cada uno de los fieles que participen en este oficio se acerque a todos los presentes individualmente, para pedirles su perdón y también ofrecerles perdón por cualquiera falta que pueda haber cometido.
Durante la primera semana de la Gran Cuaresma, se reza el Gran Canon de San Andrés de Creta. Consiste en una larga serie de versículos de carácter penitencial, basados en temas bíblicos, a cada uno de los cuales los fieles responden: Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí. Se repite este Canon también el día jueves de la quinta semana de la Gran Cuaresma.
Los días viernes de la Cuaresma se reza un oficio denominado el Acathiston a la Virgen María, Theotokos. Es una oración de alabanza a la Madre de Dios, cuya autoría se atribuye a San Romano el Melodista. Durante los primeros cuatro viernes, se canta una cuarta parte del oficio, hasta completarlo. Luego, el quinto viernes, se reza el oficio entero.
El primer sábado de la Gran Cuaresma es dedicado a la memoria de San Teodoro de Tiro. Los sábados siguientes (segundo, tercero y cuarto) son dedicados a la memoria de los fieles difuntos. Los himnos litúrgicos que se cantan en estos días ruegan por todos los fieles difuntos. Además, se reza el Responso por los Difuntos, nombrándolos individualmente. Se agregan otras oraciones y letanías a la Divina Liturgia las cuales, tal como las lecturas de las Sagradas Escrituras, hacen referencia a los difuntos y su salvación en Cristo.
En general el día sábado, incluso fuera de la Gran Cuaresma, es el día en que la Iglesia recuerda a los difuntos. Esto es porque el sábado es el día que Dios bendijo para la vida en este mundo. Debido al pecado, sin embargo, este día ahora simboliza a toda la vida terrenal que conduce a la muerte. Incluso Cristo el Señor yacía muerto el día sábado, “descansando de todas sus obras,” y “pisoteando la muerte con la muerte.” Es así entonces, que en la Iglesia de Cristo del Nuevo Testamento, el sábado se hace un día especial para recordar a los difuntos y ofrecer súplicas a Dios por su salvación.
LA LITURGIA DE LOS DONES PRESANTIFICADOS
Como ya hemos visto, en la Iglesia Ortodoxa no se celebra la Divina Liturgia eucarística los días de semana durante la Gran Cuaresma. Para ayudar a los fieles a sostener su esfuerzo espiritual durante la Cuaresma, se oficia la Liturgia de los Dones Presantificados. Este oficio es muy antiguo. Se sabe de él en forma oficial en los cánones eclesiásticos del siglo séptimo, lo que obviamente indica que su desarrollo fue mucho más temprano.
En todos los días de la Gran Cuaresma, excepto en los días sábado, los días domingo, y en la fiesta de la Anunciación, se debe celebrar la Liturgia de los Dones Presantificados. (Canon 52, Concilio Quinisexto, 692)
La Liturgia de los Dones Presantificados es un oficio vespertino. Es la celebración de las Vísperas Solemnes de la Gran Cuaresma, con una seria de oraciones al final durante las cuales se da la Santa Comunión a los fieles. En esta liturgia, no se consagran los dones eucarísticos. La Santa Comunión que se da en la Liturgia de los Dones Presantificados ha sido consagrada el domingo anterior durante la Divina Liturgia; de ahí que este oficio recibe el nombre de Liturgia de los Dones Presantificados.
Se celebra la Liturgia de los Dones Presantificados los días miércoles y viernes en la tarde, aunque en algunas parroquias es posible que se celebre sólo en uno de estos días. El día en que se celebra este oficio es de preparación espiritual y abstinencia total. Sin embargo, los fieles que desean participar de los dones eucarísticos en esta liturgia, y no pueden hacer la abstinencia total por razones de salud o de trabajo, normalmente se sirven una comida liviana, de acuerdo a lo que se prescribe comer durante la Cuaresma, temprano en el día.
Durante la lectura de los salmos de las Vísperas, se preparan los dones presantificados para la comunión y son solemnemente llevados desde la mesa del santo altar, donde han sido guardados desde la Divina Liturgia, hasta la mesa de la proskomidia. Después del himno vespertino, se leen las lecturas de Génesis y de Proverbios. Entre estas dos lecturas, el sacerdote bendice a la congregación arrodillada con una vela encendida y el incensario, diciendo: “La Luz de Cristo ilumina a todos.” Esto expresa nuestra convicción que toda sabiduría es otorgada por Cristo en la Iglesia mediante las Sagradas Escrituras y los Sacramentos. Originalmente, esta bendición fue dirigida principalmente a los catecúmenos, aquellos que se preparaban a ser bautizados en el día de la Pascua de Resurrección, quienes asistían al oficio solamente hasta el fin de las lecturas.
Después de las mencionadas lecturas, se canta solemnemente el Salmo 140(141), con el ofrecimiento de incienso. Luego, después de las letanías de intercesión y otras en que antiguamente se despedía a los catecúmenos, los Dones eucarísticos presantificados son llevados nuevamente al altar, en completo silencio, en una procesión solemne, pasando por el ambón como en la Gran Entrada de la Liturgia eucarística. El himno de entrada llama a los fieles a recibir la Santa Comunión :
Hoy las fuerzas celestiales invisiblemente celebran junto con nosotros. Pues ahora viene el Rey de la Gloria. Ahora se escolta el sacrificio místico ya ofrecido.
Con fe y amor, acerquémonos para ser partícipes de la vida eterna. Aleluya, aleluya, aleluya.
Después de la letanía y más oraciones, se reza el Padre Nuestro. Luego los fieles reciben la Santa Comunión mientras se canta el versículo del Salmo 34, Gustad y ved cuan bueno es el Señor, Aleluya. Luego se cantan los himnos después de la comunión, y los fieles son despedidos con una oración a Dios quien “nos ha traído hasta estos santos días para purificar nuestras almas y cuerpos de las pasiones” a fin de que nos otorgue su bendición para que podamos “luchar la buena lucha, completar el tiempo de ayuno, hasta llegar a adorar la santa resurrección de Cristo.”
Tradicionalmente, se atribuye la Divina Liturgia de los Dones Presantificados a San Gregorio de Roma, Papa del siglo sexto. El oficio actual, sin embargo, lleva la marca evidente de la inspirada creación litúrgica del Bizancio Cristiano.
LOS DOMINGOS DE LA GRAN CUARESMA
Cada uno de los domingos de la Gran Cuaresma tiene su propio tema especial.
El primer domingo se llama el Domingo del Triunfo de la Ortodoxia. Es la fiesta histórica que conmemora el triunfo de la verdadera fe sobre la herejía del iconoclasmo, en el año 843, en que los íconos volvieron a su lugar en la Iglesia. “Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (I Juan 5,4) Además, los íconos de los santos dan testimonio de que el ser humano, “creado a la imagen y semejanza de Dios”, (Génesis 1,26) se vuelve santo y semejante a Dios mediante su purificación como imagen viva de Dios.
En el Segundo Domingo de la Gran Cuaresma conmemoramos a San Gregorio Palamás. Fue San Gregorio (+ 1359) quien dio testimonio de que los seres humanos pueden llegar a ser deificados mediante la gracia de Dios en el Espíritu Santo; y que incluso en esta vida, uniéndose a la obra salvífica del Espíritu, mediante oración y ayuno, los seres humanos se hacen partícipes de la luz increada de la divina gloria.
El Tercer Domingo de la Gran Cuaresma es el de la Veneración de la Santa Cruz. Se coloca la cruz en medio de la iglesia, justo llegando a la mitad de la Gran Cuaresma, no solamente para recordar a los fieles de la redención que ofrece Cristo y ayudarles a tener presente su meta, sino también para que sea venerada como aquella realidad según la cual el ser humano debe aceptar en su vida para que sea salvado. “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mateo 10,38) Pues en la Cruz de Cristo Crucificado están “el poder de Dios y la sabiduría de Dios” para los que se salvan. (I Corintios 1,24)
En la Divina Liturgia de este día, en lugar del Trisagion se canta el siguiente himno:
Ante Tu Cruz nos postramos, oh Señor, y Tu Santa Resurrección glorificamos.
Este texto expresa algo fundamental de la espiritualidad ortodoxa: La Iglesia venera la Cruz de Cristo y recuerda siempre la muerte salvadora de Cristo por la humanidad y la creación entera; no obstante, al contemplar la Cruz, se recuerda que es una cruz de victoria, y jamás olvida la Resurrección de Cristo. El regocijo de la Resurrección de Cristo está siempre presente.
Después de la Divina Liturgia, el sacerdote procede a la nave llevando la Cruz en una solemne procesión. Coloca la Cruz, adornada con flores, en medio del templo, donde celebra un oficio de veneración ante ella. Se canta el himno “Ante Tu Cruz” nuevamente, además del Tropario de la Santa Cruz:
Salva, Señor, a tu pueblo, y bendice a tu heredad. Concede a Tu Iglesia la victoria sobre sus enemigos. Y protege al mundo por Tu Santa Cruz.
Después de esta celebración, los fieles se acercan a la Cruz para venerarla.
El Cuarto Domingo de la Gran Cuaresma se dedica a San Juan Clímaco, quien escribió la obra “La Santa Escala” o “La Escala del Paraíso”. Fue abad del Monasterio de Santa Catalina en el Monte de Sinaí (siglo VI), y testigo de la violencia que se requiere para entrar al Reino de Dios. (Mateo 10,12) La lucha espiritual de la vida cristiana es un verdadero combate, “no…contra la sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los soberanos de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6,12) San Juan Clímaco exhorta a los fieles en tener un esfuerzo sostenido, pues, según el Señor, solamente “el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 24,13)
El Quinto Domingo recuerda la memoria de Santa María de Egipto, la mujer pecadora arrepentida. Esta gran santa nos recuerda, en primer lugar, que no hay ningún pecado o maldad, no importa lo grande que sea, que pueda separar a una persona de Dios si en verdad se arrepiente. Cristo vino para “llamar a los pecadores al arrepentimiento” y a salvarlos de sus pecados. (Lucas 5,32) Además, la historia de Santa María de Egipto nos dice que jamás es demasiado tarde en la vida, ni demasiado tarde en la Cuaresma, para arrepentirse. Cristo recibirá gozosamente a todos que se acercan a Él, incluso en la undécima hora de su vida. Sin embargo, este acercamiento ha de ser en arrepentimiento sincero y profundo.
EL SÁBADO DE LÁZARO Y DOMINGO DE RAMOS
La semana después del Domingo de María de Egipto se llama la Semana de los Ramos, o de las Palmas. En los oficios del día martes de esta semana, la Iglesia recuerda que Lázaro, el amigo de Jesús, ha muerto y que el Señor lo resucitará de entre los muertos. (Juan 11) A medida que los días progresan hasta llegar al sábado, la Iglesia, en sus diversos himnos y oraciones, sigue a Cristo en su camino hacia Betania, al sepulcro de Lázaro. El día viernes en la tarde, en la víspera de la celebración de la resurrección de Lázaro, concluyen los cuarenta días del “Santo Ayuno” de la Gran Cuaresma:
Habiendo logrado los cuarenta días por el beneficio de nuestras almas, Te rogamos, Tú que amas a la Humanidad, que seamos dignos de ver la santa semana de Tu Pasión, glorificando en ella Tus grandezas y Tu plan inefable de salvación para nosotros, cantando con una sola voz: Señor, gloria a Ti. (Himno de las Vísperas)
El Sábado de Lázaro es una celebración pascual. En este día, la Iglesia glorifica a Cristo como “la Resurrección y la Vida” quien, resucitando a Lázaro, ha confirmado la resurrección universal de toda la humanidad aun antes de Su propia Pasión, Muerte y Resurrección.
Oh Cristo Dios, cuando resucitaste a Lázaro de entre los muertos, aseguraste la resurrección universal. Por lo tanto, nosotros, como los niños, llevamos los símbolos de la victoria, y clamamos a Ti, Hosanna en las Alturas, Bendito sea el que viene en el Nombre del Señor. (Tropario de ese día)
Cristo, la alegría, la verdad y la luz de todos, la vida del mundo y su resurrección, ha aparecido en su bondad a los que están en la tierra. El se ha hecho la Imagen de nuestra Resurrección, otorgando el perdón divino a todos. (Kontakion)
Durante la Divina Liturgia en el Sábado de Lázaro, en lugar del Trisagion (Santo Dios), se canta el versículo bautismal de la carta a los Gálatas : Vosotros que en Cristo os bautizasteis, de Cristo os revestisteis. Aleluya. (Gálatas 3,27) Este himno expresa el carácter de resurrección que tiene esta celebración. Además, recuerda que el Sábado de Lázaro antiguamente era uno de los grandes días del calendario litúrgico en que se administraba el bautismo en la Iglesia.
Después de la resurrección de Lázaro, Cristo fue saludado por las multitudes como el Mesías-Rey de Israel que tanto habían esperado. Entonces, en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, Jesús entró a Jerusalén, montado en un pollino de asno. (Zacarías 9,9; Juan 12,12) Las multitudes lo recibieron con ramos en sus manos y exclamaron a Él con gritos de alabanza: ¡Hosanna! ¡Bendito es Él que viene en el Nombre del Señor! ¡El Hijo de David! ¡El Rey de Israel! Debido a esta glorificación por el pueblo, los sacerdotes y escribas finalmente se decidieron a “destruirle, a condenarlo a la muerte.” (Lucas 19,47; Juan 11,53; 12,10)
La fiesta de la Entrada Triunfal de Jesucristo a Jerusalén, el Domingo de Ramos, es una de las doce fiestas mayores de la Iglesia. Los oficios de este día siguen en el mismo espíritu que los del Sábado de Lázaro. El templo guarda su esplendor de resurrección, y los himnos continuamente repiten el Hosanna ofrecido a Cristo como el Rey-Mesías que viene en el Nombre de Dios Padre para la salvación del mundo.
El tropario principal de esta fiesta es el mismo que se canta para el Sábado de Lázaro. Se canta en todos los oficios de este día, y en la Divina Liturgia se canta también como Tercera Antífona. El segundo tropario de este día, así como el kontakion y los otros himnos, glorifican la manifestación triunfal de Cristo “seis días antes de la Pascua” cuando se entregará en la Cena y en la Cruz por la vida de este mundo.
Hoy la gracia del Espíritu Santo nos ha reunido. Elevando Tu Cruz, digamos: Bendito sea el que viene en el Nombre del Señor. ¡Hosanna en las Alturas! (1° verso de las Vísperas)
Cuando fuimos sepultados contigo en el bautismo, oh Cristo Dios, nos hiciste dignos de la vida eterna por Tu Resurrección. Ahora Te alabamos cantando: ¡Hosanna en las Alturas! Bendito sea El que viene en el Nombre del Señor. (Segundo Tropario del Domingo de Ramos)
Sentado en Tu trono en los cielos, y llevado en un pollino de asno en la tierra, oh Cristo Dios, aceptando la alabanza de los ángeles y el canto de los niños quienes proclaman: Bendito eres Tú que vienes a restaurar a Adán nuevamente. (Kontakion del Domingo de Ramos)
En la vigilia de la fiesta de Domingo de Ramos, se leen las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías-Rey, junto al relato del Evangelio que cuenta acerca de la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén. En el oficio de Matutinos, se bendice ramos que los fieles llevan durante la celebración litúrgica como signo de su propia glorificación a Jesucristo como Salvador y Rey. Estos ramos generalmente son palmas, u otra clase de ramo disponible según la costumbre local.
Los fieles que llevan sus ramos y cantan sus himnos al Señor en el Domingo de Ramos, son juzgados de la misma manera que la multitud de Jerusalén. Fueron las mismas voces que exclamaron ¡Hosanna! a Cristo que, pocos días después, gritaron ¡Crucifícale! Así, los fieles, mientras glorifican a Cristo con los “ramos de la victoria”, son sometidos a su juicio y entran junto con Él a los días de Su pasión voluntaria.
LA SEMANA SANTA
La última semana de la vida terrenal de Cristo se llama la Semana de la Pasión o, en términos populares, la Semana Santa. En los libros litúrgicos, se refiere a los días de esta semana como “Grande” y “Santo” (por ejemplo, el Gran Lunes Santo, el Gran Martes Santo, etc.) Se celebran oficios especiales cada día de esta semana, mañana y tarde. Los fieles suspenden su vida puramente cotidiana mientras “suben a Jerusalén junto al Señor.” (Matutinos del Gran Lunes Santo)
Cada día de esta semana tiene su tema propio. El tema del día lunes es el de la higuera estéril que al no dar fruto, es condenada. El acento del martes cae en la vigilia de las vírgenes sabias quienes, al contrario de sus hermanas necias, se encontraban preparadas cuando llegó el Señor a medianoche. El enfoque del miércoles está en el arrepentimiento de la mujer pecadora. Se hace un gran énfasis en los oficios litúrgicos para comparar a esta mujer, una pecadora que se salva, con Judas, el apóstol elegido que se pierde. Ella da todos sus bienes a Cristo y le besa sus pies; Judas, con un beso traiciona a Cristo por dinero.
En cada uno de estos tres días, se lee el Evangelio en el oficio de las Horas, así como en las Vísperas cuando se celebra la Liturgia de los Dones Presantificados. Las lecturas del Antiguo Testamento son tomadas de los libros del Éxodo, de Job y del Profeta Ezequiel. También se lee el evangelio en Matutinos, oficio que tradicionalmente se conoce como el Oficio del Esposo, pues el tema general de cada uno de esos días es el fin del mundo y el juicio final. Es costumbre celebrar el Oficio del Esposo en la noche.
He aquí que viene el Esposo a medianoche; bienaventurado el siervo que encuentre velando; mas el que está inadvertido, indigno es. Cuida alma mía, de no caer en profundo sueño y ser arrojada fuera del Reino y entregada a la muerte. Mas velad clamando: Santo, Santo, Santo eres Tú, oh Dios; por las intercesiones de la Madre de Dios, ten misericordia de nosotros. (Tropario de los primeros tres días de la Semana Santa)
Durante los primeros tres días de la Semana Santa, la Iglesia prescribe la lectura de los cuatro evangelios completos, durante los oficios de Las Horas, desde su comienzo, hasta que empieza el relato de la Pasión de Cristo. Aunque esto normalmente no es posible en las parroquias, por lo general se hace el intento de leer el texto de al menos un evangelio completo, privadamente o en comunidad, antes del Gran Jueves Santo.
Padre T. Hopko
(Tomado de www.iglesiaortodoxa.cl)
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