Los dias de la semana ortodoxa.
Lunes: El día de veneración a los Ángeles.
Los
ángeles son “espíritus asistentes” que sirven a Dios y a Su voluntad. En la
Biblia los encontramos constantemente (Miguel, Gabriel, etc.), actuando como
mensajeros hacia las personas a las que
Dios ha llamado en alguna particular misión vinculada a Su Providencia y
nuestra salvación. En nuestra tradición cristiana popular, cada persona tiene
un Ángel Custodio. Todo lo que es bello y puro en este mundo es también llamado
“angelical”. Y cualquier cuidado o protección que nos dan otras personas, son
consideradas como la presencia de un “Ángel Bueno” (…) Es importante que
comencemos cada Lunes por la mañana, cada semana, como ángeles con una misión
de Buena voluntad. Cada uno de nosotros debe ser como un ángel, con alas que
nos permitan volar sobre los momentos caóticos de la semana, como ángeles
mensajeros de amor y salvación en nuestra propia casa, en nuestro vecindario y
en todo lo que nos rodea. “Por la intercesión de los Poderes Incorpóreos, Señor,
sálvanos”.
Martes: El día en que honramos al Predecesor, San Juan Bautista.
En
este día en particular, nuestra Iglesia honra a un santo que hizo una gran
contribución al Cristianismo. San Juan Bautista, “el Predecesor”, preparó el
camino para las enseñanzas de Jesucristo. Es un santo, cuyo mensaje,
“Arrepiéntanse”, nos recuerda a todos en nuestra vida. Debemos apartar nuestras
faltas y frustraciones y llenarnos de nuevas esperanzas y nuevas y valientes
iniciativas. Una persona de fe siempre se convierte en un predecesor y un
pionero, aún cuando se encuentra en medio de muchos problemas. “Por las
oraciones, Señor, del Predecesor, sálvanos”.
Miércoles: Rememoración de la traición de Judas (Día de ayuno).
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Judas Iscariote traicionó a Jesús un miércoles y, por eso, este día es
considerado triste y sombrío. Ayunamos
en este día y oramos recordando esa dolorosa traición. Las palabras “traición”
y “traidor” son reprobables y desagradables en cualquier idioma. Si dedicamos
este día para reflexionar en la falta de Judas, podremos también eludir
nuestras propias y diarias “traiciones”. Podríamos evitar, en otras palabras,
esas pequeñas “traiciones” que cometemos cuando desconectamos nuestra
consciencia, intentando ser aceptados por el mundo, y las grandes traiciones
que hacemos a los otros. Evitaríamos traicionar nuestra fe y nuestra
consciencia, buscando la riqueza de este mundo y el poder pasajero que trae
cierta gloria terrenal. Porque todos sabemos que aquellos que han sido
traicionados tarde o temprano resucitan y se convierten en héroes, mártires y
santos. Los traidores, al contrario, quedan marcados y manchados por siempre.
“Por el Poder de Tu Cruz, Señor, líbranos de toda traición”.
Jueves: El día en que honramos a los Santos Apóstoles.
El
número de Apóstoles, de acuerdo a los textos evangélicos y la tradición, ha sido fijado en doce.
Junto a esos Doce, sin embargo, hubo muchos más que son conocidos como los
“Setenta”. Hubo incluso más, cuya identidad ha quedado desconocida a través del
tiempo, los discípulos de Galilea y muchos otros más. Luego vienen también los
sucesores de los Apóstoles, los sucesores de sus sucesores, etc., en una cadena
interminable que llega hasta nuestros días y que seguirá creciendo con el
tiempo. ¿Acaso no es cierto que todo cristiano es un apóstol, sin importar en
dónde esté? ¿No es cierto que cualquier hombre o mujer que asume su trabajo o
profesión como una misión, hace parte de los Apóstoles y se vuelve esa “sal de
la tierra”? Cierto es que los que buscan la bondad y la verdad siempre han sido
pocos. Pero quien quiera que siga a los
que han enseñado el camino, puede llegar a alturas inesperadas. Esto puede
suceder también a todo cristiano que, cada jueves ora a los Apóstoles y
recuerda su misión, su propio camino espiritual, su propio lugar en el mundo y
la responsabilidad que tiene en éste. “Por las oraciones, Señor, de los Apóstoles,
sálvanos”.
Viernes: El día en que veneramos a la Cruz (Día de ayuno)
Porque
Jesús fue crucificado en un día como éste en el Gólgota, nuestra tradición considera este día como el Día de la Cruz y le dispone como un día de
ayuno y oración, recordándonos el sacrificio voluntario y el amor por la
humanidad mostrado por el Esposo de la Iglesia. El Día de la Cruz ha sido
situado, entonces, propiamente antes del
último día de la semana para quienes llevan una honesta y limpia forma de vida,
quienes están inmersos en esa “lucha santa”. En este día debemos encomendarnos
permanentemente a la Cruz y trabajar con fe. Es siempre importante recordar al
Crucificado, Quien camina frente a nosotros y dice “Venid a mí los que estáis
cansados y agobiados y yo os daré descanso”. Como sabemos, muchas personas en
la actualidad encuentran más fácil evitar los trabajos que conlleva cargar
nuestra cruz. Pero eso significa rechazar la vida tal como es, en esencia, una
labor de crear, una cruz en sí misma. Todo cristiano, entonces, debe cada
viernes reafirmar su cruz y cantar con alegría: “Por el Poder de Tu Santísima
Cruz, Señor, sálvanos”.
Sábado: El día en que recordamos a los reposados.
Dios
descansó al séptimo día después de una labor de seis, creando; así, nuestra
Iglesia ha dedicado este día a los que ya están “descansando” de esta vida, esos
que terminaron ya las luchas de esta existencia y han entrado en el descanso
eterno. Cada sábado nuestra Iglesia abre ese Libro de la Vida y recuerda los
nombres de nuestros antepasados, familiares y amigos que ya no están entre
nosotros, para tener presente nuestra humanidad y temporalidad (…) De esta
manera, nuestra Iglesia recuerda no solo a los que hemos amado y ya no están,
sino también a aquellos con los que alguna vez fuimos injustos y a aquellos que
han sido olvidados por la historia. Es nuestro deber, entonces, recordarlos a
todos ellos cada sábado, sabiendo que un día después celebramos la Resurrección.
“Por las oraciones de todos Tus Santos, Señor, sálvanos”.
Domingo: El Día de la Resurrección.
”Este
es el día en que el Señor actuó…” cuando Él resucitó después de padecer en la
Cruz y morir. Nuestra tradición le llama el Día
del Señor. Para esto, ha embellecido este día con la Celebración Eucarística, llenándolo
de gozo y descanso en medio de nuestra ajetreada vida. Ciertamente, este día es
el más apropiado, luego de nuestra lucha semanal que tantas veces “crucifica”
nuestras vidas. El domingo, es, por tanto, el Día de la Resurrección. Este día
no sólo nos recuerda la resurrección general y la Segunda Venida de
Nuestro Señor, sino también, si sabemos
cómo celebrarlo, resucita nuestra esperanza y nuestra vida de las “muertes”
diarias que experimentamos. El sábado y el domingo, como descanso, son también
una especie de adelanto de lo que será esa resurrección general. De cualquier
manera, junto a la resurrección semanal, es necesario contemplar y examinar en
nuestras almas lo que nos recuerda nuestra naturaleza caída e intentar
elevarnos al Señor. El domingo recordamos al Señor de los vivos y de los que ya
no están. Dejamos por un lado, así,
nuestras vestimentas negras de la desesperación y nos levantamos con alegría y
fuerzas, preparados para la nueva lucha que empieza nuevamente el lunes “En
este día de la Resurrección, que todos los pueblos resplandezcan”
Traducción libre del texto publicado en:
simplyorthodox.tumblr.com
1 comentarios:
Muy bonito y cierto. Toda la semana transcurre para el Cristiano, como un camino, que se repite una y otra vez. Y una y otra vez, hay que recordar, nuestro camini pasajero por este mundo, y ser conscientes de que nuestro reposo no se encuentra aquí. Oh Señor, mandanos las fuerzas para recorrer ese camino que conduce a Tí. Amen.
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