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La Virgen Maria como centro de la Iglesia.

sábado, septiembre 08, 2012 Posted by JDavidM






La Virgen Maria  se encuentra en el centro de la vida practicante de la Iglesia, tanto en lo que respecta a la devoción personal, como a aquella de carácter comunitario. De igual manera, está en el centro de los dogmas de fe de la Iglesia, como parte inseparable de la fe cristiana que nos lleva a creer que Dios se hizo hombre. Estos dos “centros” de la Iglesia – vida de oración y dogmas de fe – son absolutamente inseparables en el cristianismo ortodoxo. Por eso, el ícono de la Virgen María está presente en cualquier iglesia y en cualquier casa, y ella es recordada en todos y cada uno de los oficios litúrgicos. 

La Iglesia Ortodoxa le ha dado a la Virgen María dos títulos principales que corresponden a su lugar en esos dos “centros” de la vida eclesial. “Theotokos” (Madre de Dios) y “Panaghia” (Santísima). La palabra “Theotokos” la coloca en el centro del dogma ortodoxo, porque testifica esa fe en que ella dio a luz a Dios hecho hombre, no a un hombre al que posteriormente descendió Dios. El término “Santísima” se refiera al lugar que tiene la Virgen entre los fieles, como una “más santa que todos los santos”, que está en el centro de la Iglesia y de su vida de oración. Cada vez que la recordamos en nuestras peticiones litúrgicas, la llamanos “Santísima (Panaghia) Madre de Dios (Theotokos) y Siempre Virgen (Aeiparthenos) Maria”. Así, en sus íconos, como Theotokos es siempre representada portando en brazos a Su hijo. Como Panaghia es representada con los brazos extendidos en oración, como un miembro de la Iglesia, y Su Hijo en igual postura, pero no portado en brazos por ella. La Virgen no es representada nunca sin su Hijo.

La Theotokos portando a Jesús Niño en brazos (ícono de Poceaev)
La palabra griega “Theotokos” se traduce literalmente como “Madre de Dios”. Esta fue utilizada por primera vez en el siglo II por el teólogo alejandrino Orígenes. En el Segundo Concilio Ecuménico, en el año 431, dicho término ocupó un lugar primordial, como una confirmación de la fe cristiana en Jesucristo como Dios verdadero y hombre verdadero. Maria no dio a luz a un simple hombre en el que se encarnó el Hijo de Dios, sino el mismo Hijo de Dios se hizo hombre. Tal expresión se propagó rápidamente, convirtiéndose en un punto central de los himnos y oraciones populares.

 La traducción de la expresión “Madre de Dios”, no debe hacernos creer que la Virgen Maria fue un simple instrumento de Dios, que le dio a luz y hasta ahí. Al contrario, ella fue ciertamente Su madre. Con otras palabras, fue quien vio por primera vez a Jesucristo niño, a Quien amó y alimentó; hizo todo aquello que une a un niño con su mamá, desarrollándosele así el alma y formándosele su personalidad. 

Al mismo tiempo, ella es “Santísima", lo que significa Llena de Virtud, alguien casto, puro de cuerpo, alma y mente. En la Ortodoxia, el alto estado de la Virgen no la pone más arriba de la Iglesia – así como es solamente Cristo, en su calidad de Cabeza de la Iglesia – sino, más precisamente en su centro.  La Iglesia Ortodoxa insiste en el hecho que, permaneciendo sin pecado personal, Maria compartió plenamente nuestra naturaleza caída – todas las miserias comunes a la condición humana – y ciertamente murió antes de ser llevada al cielo por su Hijo. Por eso, en la recordación de su Dormición, la Iglesia  hace memoria de aquella persona que, de en medio de nuestro género humano se dispuso a entregarse a Dios, de tal manera que devino Su Madre y, al mismo tiempo, siguió siendo nuestra semejante, en solidaridad con los que rezan a su Hijo y luchan por alcanzar la santidad.
La Panaghia como centro y guía.
De esta manera, como Theotokos y Panaghia, como Madre y Virgen, Maria combina en su propia persona, en un modo único, toda la delicadeza y la profundidad de los sentimientos, el cuidado infinito  y la sensibilidad espiritual de la maternidad, con todo valor, esfuerzo, autocontrol y decisión sin compromisos, similares al monaquismo. Ella es al mismo tiempo la máxima expresión de la humildad y devoción a su Hijo, y la más grande luchadora espiritual y asceta, guardando todo pensamiento en su corazón. Ella es, así, el modelo a seguir por todos los cristianos, sin importar el camino que sigan.

Así como fuera en el transcurso de su vida, la Virgen Maria permanece también hoy cerca de su Hijo, igualmente interesada, cercana e inseparable de Él y de Su obra. El cuerpo de Cristo es también un cuerpo nacido de la Virgen, con su consentimiento libre. Sus palabras “Hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,38) no se agotan con la encarnación de la Palabra, sino son indispensables en cada una de Sus manifestaciones corporales. El consentimiento de la Virgen es fundamental para la formación del Cuerpo de Cristo. Por este motivo, cuando la menciona durante la Proscomedia de la Liturgia, el sacerdote ora: “Por las intercesiones de Ella, recibe, Señor, este sacrificio en Tu altar celestial”.

La Virgen María está orgánicamente vinculada a cada celebración eucarística. Esto significa que, en Su calidad de Madre de Cristo es también Madre de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo y, en consecuencia, Madre nuestra también, desde el momento en el que, al recibir el Sacramento del Bautismo “nos hemos vestido en Cristo”, siendo adoptados como hijos y miembros de Su Cuerpo. Podemos decir, incluso, que si Cristo es la Cabeza de la Iglesia, Su Mamá es el corazón, estando en medio de los creyentes, sufriendo con todos, alimentándolos, guiándolos hacia Su Hijo, de Quien nunca se separó – ni siquiera junto a Su Cruz, de la que también tomó parte (Lucas 2, 35); del mismo modo, entonces, Ella nunca se separa de nosotros.

La veneración ortodoxa de la Madre de Dios tiene un equilibrio delicado, un maravilloso entrelazamiento entre dogma y vida, entre teología y oración, entre su estado de Theotokos y su lugar entre los cristianos como Panaghia. Ella no se separa nunca de su Hijo y nunca se separa de los cristianos. En esto se diferencia principalmente, de aquellas doctrinas que la alejan de nosotros (como la Inmaculada Concepción – que nació sin pecado original, y la Asunción – que no murió), como de aquellas que la confunden con nosotros,  teorías de naturaleza protestante, que no la veneran porque rechazan también a la Iglesia. Pero, para los ortodoxos, Ella es también glorificación de la Iglesia, su representante más importante entre aquellos que han alcanzado la salvación, la más santa que todos los santos”, Madre de Dios y Madre de todos nosotros. 
 


Traducción libre del texto publicado en razbointrucuvant.ro, a su vez extraído de:
Ierom. Calinic, Provocari ale gandirii si vietii ortodoxe astazi, Editura Deisis, 2012





Sobre la Dormición de la Virgen, Madre de Dios.

martes, agosto 14, 2012 Posted by JDavidM

Ícono en la Catedral de Targu Neamt, Rumanía.

"Aconteció una vez que la Santísima Virgen María se encontraba orando en el Monte de Eleón (cerca de Jerusalén) cuando se le apareció el Arcángel Gabriel con una rama de palma del Paraíso en sus manos y le comunicó que en tres días su vida terrenal iba a llegar a su fin y que el Señor se La llevará consigo. El Señor dispuso que, para ese entonces, los Apóstoles de distintos países se reunieran en Jerusalén. En el momento del deceso, una luz extraordinaria iluminó la habitación en la cual yacía la Virgen María. Apareció el propio Jesucristo, rodeado de Ángeles y tomó Su purísima alma. Los Apóstoles enterraron el purísimo cuerpo de la Madre de Dios, de acuerdo a Su voluntad, al pie de la montaña de Eleón, en el jardín de Getsemaní, en la gruta donde se encontraban los cuerpos de Sus padres y el de San José. Durante el entierro ocurrieron muchos milagros. Con sólo tocar el lecho de la Madre de Dios, los ciegos recobraban la vista, los demonios eran alejados y cualquier enfermedad se curaba.
Tres días después del entierro de la Madre de Dios, llegó a Jerusalén el Apóstol Tomás que no pudo arribar a tiempo. Se entristeció mucho por no haber podido despedirse de la Virgen María y, con toda su alma, expresó su deseo de venerar Su purísimo cuerpo. Cuando se abrió la gruta donde fue sepultada la Virgen María, Su cuerpo no fue encontrado y sólo quedaron las mantas funerarias. Los asombrados Apóstoles retornaron a su vivienda. Al anochecer, mientras rezaban, oyeron un canto angelical y al levantar la vista pudieron ver a la Virgen María suspendida en el aire, rodeada de Ángeles y envuelta en un brillo de gloria celestial. Ella les dijo a los Apóstoles: "¡Alégrense! ¡Estaré con ustedes todos los días!"
Su promesa de ser auxiliadora e intercesora de los cristianos se mantiene hasta el día de hoy y se convirtió en nuestra Madre celestial. Por Su gran amor y Su ayuda todopoderosa, los cristianos desde tiempos remotos la veneran y acuden a Ella para pedir ayuda y la llaman "Fervorosa Intercesora por el género humano," "Consuelo de todos los afligidos" y quien "no nos abandona después de Su dormición." Desde tiempos remotos, y siguiendo el ejemplo del Profeta Isaías y de Santa Elizabet, empezó a ser llamada Madre de Dios (o Deípara) y Madre de nuestro Señor Jesucristo. Este nombre surge como consecuencia de que Ella engendró a Aquél que siempre fue y será el verdadero Dios.
La Santísima Virgen María es un gran ejemplo para todos aquellos que tratan de complacer a Dios. Ella fue la primera que decidió entregar Su vida enteramente a Dios. Demostró que la voluntaria virginidad supera a la vida familiar y matrimonial. Siguiendo Su ejemplo, ya desde el inicio de los siglos, muchos cristianos empezaron a llevar una vida casta con oraciones, ayunos y la mente orientada a Dios. Así surgió y se afirmó el monacato. Lamentablemente, el mundo contemporáneo no ortodoxo no valora en absoluto y hasta se burla de la castidad, olvidándose de las palabras del Señor: "Porque hay eunucos (vírgenes) que nacieron así del vientre de su madre; y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del Reino de los Cielos; el que sea capaz de recibir esto, que lo reciba" (San Mateo 19:12).
Completando esta breve visión de la vida terrenal de la Virgen María, cabe agregar que Ella, tanto en el momento de Su suprema Gloria, cuando fue elegida para convertirse en la Madre del Salvador del Mundo como también durante las horas de Su inmensa pena, cuando al pie de la cruz y según la profecía de San Simeón "una espada traspasó Su alma," demostró tener un pleno dominio de sí misma. Con esto, descubrió toda la fuerza y la belleza de Sus virtudes: la humildad, la fe inquebrantable, el valor, la paciencia, la esperanza en Dios y el amor hacia Él. Por eso nosotros, los ortodoxos, la veneramos con tanta devoción y tratamos de seguir Su ejemplo."

Tomado de fatheralexander.org 


La dormición de la Theotokos

"La Iglesia ortodoxa venera intensamente a la Madre de Dios – Theotokos (la Madre de Dios), o Panaghia (la Toda Santa), como preferimos nosotros referirnos a ella– exaltándola no como una piadosa excepción, sino justamente como un ejemplo concreto del modo cristiano de entregarse y responder a la vocación de ser discípulos de Cristo. María es extraordinaria solo en su virtud ordinariamente humana, que estamos llamados a respetar e imitar como devotos cristianos. Se conmemora su muerte el 15 de agosto, una de las doce Grandes fiestas del calendario ortodoxo.
A la hora de comprender la “sagrada alianza” o misterio de María, al que «nadie puede acercarse con manos inexpertas», la teología ortodoxa mira a la Escritura pero sobre todo a la Tradición, especialmente a la liturgia y a la iconografía. Al respecto, los cristianos ortodoxos vinculan a María ante todo a su papel en la divina encarnación como Madre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, mientras que al mismo tiempo la vinculan a una larga serie de seres humanos –y no divinos– que implica la continuidad de la historia sagrada llevando hasta el nacimiento del Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, hace dos mil años. Aislar a María de este linaje preparatorio o “económico” la separa de nuestra realidad y la pone al margen respecto a nuestra salvación. También María necesita la salvación –como todos los seres humanos; aunque ha sido considerada “sin pecados personales”, sin embargo, permanece sometida a la esclavitud del pecado original. Aun siendo ella «más venerable que los querubines, e incomparablemente más gloriosa que los serafines», lo que vale para nosotros vale también para María. Aunque ha sido «bendita entre todas las mujeres», encarna la única cosa necesaria entre todos los seres humanos, esto es: entregarse a la Palabra de Dios y abandonarse a su voluntad.
Así, cuando los cristianos ortodoxos están en la iglesia y miran para arriba hacia el Pantokrator («aquel que lo contiene todo»), es decir, Cristo, que domina sus cabezas durante todo el culto, se encuentran directamente frente a la Platytera («aquella que es más espaciosa que todo»), es decir, la Madre de Dios, que está inmediatamente frente a ellos, justamente en el amplio ábside que une el altar con el cielo. Desde el momento que, al dar nacimiento a Dios Verbo y «concibiendo al inconcebible» en su seno, ella fue capaz de contener al incontenible y de hacer describible a aquel que no puede ser circunscrito.
Sabemos por la Escritura que cuando Nuestro Señor estaba clavado en la cruz, vio a su madre y a su discípulo Juan y se volvió hacia la Virgen María diciendo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo», y hacia Juan diciendo: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 25-27). Desde aquel momento, el apóstol y evangelista del Amor cuidó de la Theotokos en su casa. Además de la referencia de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 14), que confirma que la Virgen María estaba con los apóstoles del Señor en la fiesta de Pentecostés, la Tradición de la Iglesia sostiene que la Theotokos se quedó en la casa de Juan en Jerusalén, donde continuó su ministerio con palabras y obras.
La tradición iconográfica y litúrgica de la Iglesia también profesa que en el momento de su muerte, los discípulos estaban esparcidos por el mundo anunciando el Evangelio, pero volvieron a Jerusalén para rendir honor a la Theotokos. A excepción de Tomás, todos los demás –incluido el apóstol Pablo– estuvieron entorno a su lecho de muerte. Cuando murió, Jesucristo bajó para llevar su alma al cielo. Después de su muerte, el cuerpo de la Theotokos fue llevado en procesión hasta una tumba cerca del Jardín del Getsemaní; cuando tres días después llegó el apóstol Tomás y quiso ver su cuerpo, la tumba estaba vacía. La asunción corpórea de la Theotokos fue confirmada por el mensaje del ángel y por su aparición a los apóstoles, todas estas cosas reflejan los acontecimientos relativos a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.

El icono y la liturgia de la fiesta de la muerte y sepultura de María trazan claramente un servicio fúnebre, subrayando al mismo tiempo las enseñanzas fundamentales respecto a la resurrección del cuerpo de María. La muerte de María es como una fiesta que afirma nuestra fe y esperanza en la vida eterna. Los cristianos ortodoxos se refieren a este acontecimiento festivo come a la “Dormición” (Koimisis, o “el dormirse”) de la Theotokos, más que a su “Asunción” (o “traslación” física) al cielo. Porque subrayar que María es humana, que murió y fue enterrada como los demás seres humanos, nos da la seguridad de que –aunque «ni el sepulcro ni la muerte pudieron retener a la Theotokos, nuestra inquebrantable esperanza y siempre vigilante protección» (del kontakion del día)– María está en realidad mucho más cerca de nosotros de lo que pensamos; no nos ha abandonado. Como subraya el apolytikion para la Fiesta: «En el parto conservaste la virginidad y en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios; porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la vida. Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas».
Para los cristianos ortodoxos, María no es solo la que fue “elegida”. Ella simboliza sobre todo la opción que cada uno de nosotros ha de tomar como respuesta a la divina iniciativa por la encarnación (es decir, por el nacimiento de Cristo en nuestros corazones) y por la transformación (es decir, por la conversión de nuestros corazones del mal al bien). Como dijo san Simeón el Nuevo Teólogo en el siglo X, estamos todos invitados a convertirnos en Christotokoi (generadores de Cristo) y Theotokoi (generadores de Dios).
Que mediante sus intercesiones podamos todos ser como María, la Theotokos."
 Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla
       

21 de noviembre, Presentación de la Virgen Maria en el templo.

lunes, noviembre 21, 2011 Posted by JDavidM


La segunda gran fiesta de la Virgen María es la celebración de su presentación como niña en el Templo de Jerusalén, que se festeja el día 21 de noviembre. Tal como la fiesta de su nacimiento, esta fiesta de María carece de evidencias bíblicas e históricas directas. No obstante, al igual que su Natividad, es una fiesta llena de importante significado espiritual para el creyente cristiano.
 
Los textos de esta celebración cuentan cómo María fue llevada como niña pequeña al templo por sus padres Joaquín y Ana, a fin de continuar allí su educación con las vírgenes consagradas al servicio del Señor hasta que fueran desposadas en matrimonio. Según la Tradición de la Iglesia, la Virgen fue recibida solemnemente en el templo por la comunidad del templo, encabezada por el sacerdote Zacarías, el padre de San Juan Bautista. La tradición agrega que fue conducida al “santo de los santos” para ser “alimentada” allí por los ángeles, y de devenir   “Santa y bendita entre todas” por Dios, para que a la vez ella llegara a ser el santuario y templo vivo del Divino Niño que habría de nacer de ella.
 
Sin duda, los versos del Salmo 45, que se emplean extensamente en los oficios de la fiesta, fueron una gran inspiración para la celebración de la consagración de María al servicio de Dios,  en el Templo de Jerusalén.
 
Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; Y deseará el rey tu hermosura; E inclínate a él, porque él es tu señor.
Toda gloriosa es el hija del rey en su morada; de brocado de oro es su vestido. Con vestidos bordados será llevada al rey; Vírgenes irán en pos de ella, compañeras suyas serán traídas a ti. Serán traídas con alegría y gozo; Entrarán en el palacio del rey.
                              
En lugar de tus padres serán tus hijos, A quienes harás príncipes en toda la tierra. Haré perpetua la
memoria de tu nombre en todas las generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre. (Salmo 45, 10-17)
 

La Iglesia Ortodoxa considera estas palabras del salmo como una profecía directamente relacionada con María. Según el Evangelio de San Lucas que se lee en la Vigilia de cada una de sus fiestas, María misma pronuncia las siguientes palabras:
Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque
me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, Y su misericordia es de generación en generación a los que le teman. (Lucas 1,47-50)
 
El tema principal de la fiesta de la Presentación de María en el Templo, que se repite varias veces en los oficios litúrgicos, es que ella entra al Templo para llegar a ser ella misma el templo viviente de Dios.  De esta manera inaugura el Nuevo Testamento en que se cumplen las profecías de antaño que “la morada de Dios está con el hombre” y que el ser humano es la única morada posible de la Presencia Divina. (Ezequiel 37, 27; Juan 14, 15-23; Hechos 7, 47; II Corintios 6, 11; Efesios 2, 18-22; I Pedro 2, 4; Apocalipsis 22, 1-4)
 
Hoy es el preludio de la buena voluntad de Dios y es el principio de la predicación salvadora a la humanidad. La Virgen se presenta claramente en el templo de Dios y preanuncia Cristo a todos.
Aclamemos con voz potente diciendo: ¡Salve, tú que eres el cumplimiento del plan redentor del Creador! (Tropario)
El Templo purísimo del Salvador, Preciosa Morada  y Virgen,  Sagrado Tesoro de la Gloria de Dios, es presentado hoy a la casa del Señor, trayendo consigo la gracia del Espíritu Divino, que los ángeles de Dios alaban. ¡Verdaderamente Ella es la Morada de los Cielos! (Kontakion)
 
En el oficio de Vísperas, se lee el capítulo cuarenta del libro del Éxodo acerca de la edificación del templo, junto a pasajes del Primer Libro de Reyes y de la Profecía de Ezequiel. Cada una de estas lecturas finaliza con exactamente las mismas palabras: “pues la gloria del Señor ha llenado la morada del Señor Dios Todopoderoso.” (Éxodo 40,35; I Reyes 8,11; Ezequiel 44,4)
  
Nuevamente en esta fiesta, se interpretan las lecturas tomadas del Antiguo Testamento como símbolos de la Madre de Dios. Esta “gloria del Señor”  es lo que “llena” la Madre de Dios y a todos aquellos que “oyen la palabra de Dios y la guardan”, como proclama el Evangelio de la Divina Liturgia para la fiesta. (Lucas 11,27-28) La Epístola designada para la Divina Liturgia proclama exactamente el mismo tema. (Hebreos 9,1-7)
 
 Así, la fiesta de la Entrada, o la Presentación, de la Theotokos en el Templo, es la que celebra el fin del “Templo de piedra” en Jerusalén como la morada de Dios. Cuando la niña María entra al templo, la época del templo llega a su fin, y se revela el “preludio de la buena voluntad de Dios”. En este festejo celebramos, en la persona de la Madre de Cristo Dios, que nosotros también somos templo y morada del Señor.
 
Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. (II Cor. 6, 16; Isaías 52, 11)                                                                                             


Tomado de iglesiaortodoxa.cl

8 de septiembre, Natividad de la Virgen María.

miércoles, septiembre 07, 2011 Posted by JDavidM



En la montañosa provincia del norte de Jerusalén, en la pendiente de una de las montañas cerca del valle Esdrelón, se ubicaba Nazaret. Era un pueblito pequeño, que históricamente no sobresalía en nada, por lo cual los hebreos se referían a él hasta con cierto desprecio, diciendo: "¿Podrá haber algo bueno de Nazaret?"

En este pueblito vivía la piadosa pareja, Joaquín y Ana, a quiénes el Señor eligió como antecesores del Salvador del mundo. Joaquín provenía de la casa del rey David, y Ana — era de la clase sacerdotal. La sobrina de Ana, la justa Elizabet, después fue la madre de Juan el Bautista y era prima hermana de la futura Virgen María.

El justo Joaquín era un hombre que estaba en una acomodada situación económica, y tenía mucha cantidad de ganado. A pesar de la abundancia, toda la vida de esta justa pareja, estaba impregnada por el espíritu de un devoto amor a Dios y por la caridad hacia el prójimo. Por estas cualidades ellos gozaban del respeto y el amor de todos. Los mortificaba, sin embargo, una pena: no tenían descendencia, lo cual entre los hebreos se consideraba como indicio de castigo Divino. Ellos pedían incesantemente a Dios que les enviare un hijo para su alegría, aunque hacia la vejez tenían ya poca esperanza de ello. Joaquín estaba muy apesadumbrado por la falta de hijos y una vez, trayendo sus ofrendas a Dios, escuchó de cierto Rabí un duro reproche: "¿Por qué razón quieres ofrecer tus dones a Dios antes que otros? ¡Pues tú no eres digno, por no tener descendencia (ser estéril)!" Por causa de tan grande aflicción el justo Joaquín se alejó al desierto para ayunar y rezar.

Al conocer esto, la justa Ana, considerándose a si misma culpable por la falta de descendencia, se angustió también y comenzó a orar a Dios todavía con mayor fervor, para que Él la escuchara y le mandara un niño. En uno de estos estados de oración, se le apareció un Ángel de Dios y le dijo: "Tu oración ha sido escuchada por Dios, y tu concebirás y de ti nacerá una hija bendita, superior a todas las hijas de la tierra. Por causa de Ella se bendecirán todas las razas de la tierra. Ponle por nombre María."

Habiendo escuchado estas dichosas palabras, la justa Ana inclinándose ante el Ángel le dijo: "¡Vive el Señor Mi Dios! ¡Si realmente naciera de mí un niño, lo entregaré al Señor para que esté a Su servicio! ¡Que Lo sirva, glorificando Su nombre durante toda su vida!"

Ese mismo Ángel del Señor se le apareció también al justo Joaquín, diciéndole: "Dios aceptó tus oraciones con benevolencia. Tu esposa Ana concebirá y alumbrará una hija, por Quien todo el mundo se regocijará. He aquí también la señal de la veracidad de mis palabras: ve a Jerusalén, y allí encontrarás a tu esposa en las puertas doradas."

San Joaquín se dirigió sin demora a Jerusalén, llevando consigo presentes para ofrecerlos a Dios, y también para los sacerdotes.

Llegado a Jerusalén, encontró a su esposa Ana, como lo predijo el Ángel, y relataron el uno al otro, todo lo que les fue anunciado, y, después de pasar un tiempo más en Jerusalén regresaron a su casa, en Nazaret. Pasado el tiempo establecido de su embarazo, la justa Ana dio a luz una hija, a la Cual llamó María, como lo ordenó el Ángel.

Después de pasado un año, Joaquín organizó un banquete, para el cual invitó a los sacerdotes, ancianos y a todos sus conocidos. Durante el banquete alzó a su Bendita Hija y, mostrándola a todos, pidió a los sacerdotes que La bendijeran.

La concepción por santa Ana se festeja por la Iglesia el nueve de Diciembre, llamando esta concepción como gloriosa y santa. Pero sin embargo la Iglesia Ortodoxa no acepta esta concepción como aspermática e inmaculada, como lo enseña la iglesia católica romana, que en el siglo 19 promulgó el dogma de la "Concepción inmaculada." Entre los católicos se expresaban objeciones, dirigidas contra esta enseñanza, porque en el concilio de Tridensk se le consideraba solo como una opinión. Más en el año 1854 el Papa Pío IX elevó esta opinión de la concepción inmaculada de la Virgen María al grado de un dogma, no teniendo para ello datos algunos ni en las Sagradas Escrituras, ni en las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia.

La iglesia Ortodoxa solo acepta como inmaculado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, ya que Él fue dado a luz milagrosamente — del Espíritu Santo y la Virgen María.

La Virgen María por su parte, nació por medios naturales y, aunque Ella personalmente era sin pecado, pero sin embargo, como todos, tenía la naturaleza dañada por el pecado original, por lo cual Ella misma necesitaba ser redimida. Según las palabras de San Ambrosio: "de todas los nacidos por mujeres, es completamente Santo solo nuestro Señor Jesucristo, Quien por un especial, nuevo modo de inmaculado nacimiento, no experimentó la corrupción terrenal."

En la literatura teológica ortodoxa hay muchos tratados, orientados en contra de la inmaculada concepción de la Virgen María por Santa Ana. Vamos a mencionar solo la opinión del protopresbítero Y. M. Skvortsov, profesor de la Academia Espiritual de Kiev que dice: "El Evangelio atestigua que el Espíritu Santo bajó sobre la Santa Virgen y la cubrió, y en consecuencia de ello, lo nacido de Ella era — santo, perfectamente limpio, sin pecado. ¿Era por ello necesario que la Virgen naciera ella Misma sin defecto? No fue por causa, de que Ella era santa desde su nacimiento, sino por que el Espíritu Santo descendió sobre Ella y la purificó. La Tradición testifica, que era necesaria para la Madre de Dios la preparación en el Templo desde los tres años de edad. El pecado original no podía desarrollarse en Ella. Su educación en el templo y la oración purificaban toda Su alma. Su completa santificación sucedió en el día de la Anunciación. ¿Mas cómo pudo haberse limpiado el pecado original, si aún no se había ejecutado la redención? Este es el misterio del Bendito Fruto de la Mujer, preparado desde los siglos. La Gracia del Espíritu Santo pudo haber colocado todo el ser de la Madre de Dios, en tal altura de humildad y devoción en el momento de la concepción del Hijo de Dios, que en ella no intervino nada humanamente defectuoso."


Troparion Tono 4: Tu nacimiento oh Madre de Dios Virgen, anunció la alegría a todo el universo. Porque de Ti resplandeció el sol de verdad, Cristo nuestro Dios, destruyendo la maldición, Él nos concedió la bendición y destruyendo la muerte, nos otorgó la vida eterna.

Kondaquion Tono 4: Joaquín y Ana fueron liberados del reproche de la esterilidad, Adán y Eva de la corrupción de la muerte, oh Purísima, por Tu santa Natividad, por eso Tu pueblo celebra este acontecimiento, por haber sido redimido de la culpa del pecado, celebra exclamándote: la estéril da a luz a la Madre de Dios, nutridora de nuestra vida.



El nacimiento de la Madre de Dios es para nosotros un día especialmente gozoso, porque con él se hizo realidad toda una serie de importantísimas profecías y pronósticos del Antiguo Testamento. Precisamente a Ella Dios La eligió para que fuera Aquella Virgen, Quien de acuerdo a las predicciones de Isaías, tenía que concebir sin semilla del Espíritu Santo y dar a luz al Hijo-Emanuel, destinado a salvar al género humano de la maldición y muerte que pendían sobre él. Ella se convirtió en la misteriosa "escalera" que unió al Cielo con la tierra, vista en sueños por el patriarca Jacob (Hechos 28:12). Ella se hizo también "la puerta cerrada" quien según la visión del profeta Ezequiel (Ez. 44:2) traspasó el Señor Dios de Israel para visitar y liberar a su gente. Es también Ella la creación de la casa de la sabiduría de Dios (Prov. 9:1), que alumbra a todo hombre, que viene a este mundo (Juan 1:9), y que disipa las tinieblas de la incredulidad y el extravío.

En una palabra, el nacimiento de la Santísima Virgen María es para nosotros el comienzo del cumplimiento de todas las promesas Divinas, con las cuales vivió y se consoló la humanidad durante muchos milenios, — la manifestación al mundo de Aquel misterio oculto por siglos y generaciones, que estaba preparado desde la eternidad para la salvación y gloria del caído género humano.

Es por eso, que esta celebración, como enseña San Andrés de Creta es, "el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad." San Juan Damasceno dijo: "el día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría."

Además de la fiesta de la Anunciación, la Iglesia Ortodoxa celebra otras tres fiestas mayores de la Santísima Virgen María, la Theotokos. La primera de estas fiestas es la de su nacimiento, la cual se celebra el día 8 de septiembre.

El relato del nacimiento de María no se encuentra en la Biblia. El relato tradicional de este acontecimiento se encuentra en los escritos apócrifos que no forman parte de las escrituras del Nuevo Testamento.

La enseñanza tradicional que se celebra en los himnos y versos de la liturgia de la fiesta es que Joaquín y Ana eran una piadosa pareja judía, fieles de la Antigua Alianza y seguidores de la Ley Mosaica. Figuran entre el “resto santo” en Israel, que esperaban todavía la venida del prometido Mesías. La pareja era bastante mayor de edad, y no tenían hijos. Rogaban fervorosamente al Señor que les diera hijos, ya que entre los judíos la esterilidad era un signo de la falta del favor divino. En respuesta a sus oraciones, como recompensa a su constante fidelidad a Dios, la anciana pareja fue bendecida con una hija quien estaba destinada, debido a su propia bondad y santidad personal, a llegar a ser la Madre del Mesías, el Cristo; la Madre del Dios Encarnado.


Tu nacimiento, oh Madre de Dios, anunció el gozo a todo el universo. Porque de ti resplandeció el Sol de Justicia, Cristo Dios Nuestro. Porque aniquilando la maldición, nos concedió la bendición; y destruyendo la muerte, nos otorgó la vida eterna. (Tropario)

Por tu nacimiento, oh Virgen purísima, Joaquín y Ana fueron librados de la esterilidad; Adán y Eva fueron librados de la corrupción de la muerte. Y nosotros, tu pueblo, librados del sello del pecado. Te celebramos cantando: La mujer estéril da a luz la Madre de Dios, aquella que alimenta nuestra vida. (Kontakion)

El hecho de que no haya evidencia bíblica respecto al nacimiento de María no tiene importancia en cuanto al significado de la fiesta. Aun si los hechos tras la fiesta como se celebra en la Iglesia sean cuestionables desde un punto de vista histórico, su significado divino “por nosotros y para nuestra salvación” es bastante claro. Era necesario que alguien nacido de carne y sangre humana fuera espiritualmente capaz de ser la Madre de Cristo Dios, y ella debía nacer en este mundo, hija de dos personas espiritualmente preparados para ser sus padres.

La fiesta de la Natividad de la Theotokos, por lo tanto, es una glorificación del nacimiento de María, de la persona de María misma, y de la santidad de sus padres. Es también la celebración de la primera preparación de la salvación del mundo. Pues María es el “Recipiente de la Luz”, el “Libro de la Palabra de la Vida”, la “Puerta del Sol Naciente”, el “Trono de Sabiduría”.


Los versos de la fiesta están llenos de títulos como los que hemos citado arriba. Son inspirados por el mensaje de la Biblia, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo. Las lecturas bíblicas indicadas para la fiesta expresan esto mismo.

En el oficio de Vísperas, las tres lecturas tomadas del Antiguo Testamento son “mariológicas” en su interpretación neotestamentaria. Es así entonces, que se comprende que la escalera de Jacob que une el cielo con la tierra y el lugar que es llamado “la Casa de Dios” y la “Puerta del Cielo” (Génesis 28,10-17) simbolizan la unión divino-humana, la cual se realiza del modo más perfecto y más completo, tanto en lo espiritual como en lo físico, en la persona de María la Theotokos, la Progenitora de Dios. También simboliza a María la visión del Templo con la “puerta al Oriente” perpetuamente cerrada y llena de “la gloria del Señor”. Se refiere a ella en los himnos como “el templo vivo de Dios lleno de la divina gloria”. (Ezequiel 43,27-44,4) María es también comparada a la “casa” que la Sabiduría Divina construyó para sí, según la lectura de Proverbios 9, 1-11.


La lectura del Santo Evangelio que se lee en el oficio de Matutinos es la misma que se lee en todas las fiestas de María, el famosa Magnificat del Evangelio según San Lucas en que María dice: “Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.” (Lucas 1,47-48)

La lectura de la Epístola para la Divina Liturgia es el conocido pasaje acerca de la venida del Hijo de Dios en “forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2,5-11). La lectura del Evangelio, que es él que siempre se lee en la Divina Liturgia en fiestas de la Theotokos, cuenta el diálogo entre Jesús y Marta (Lucas 10,38-42) después del relato de la mujer en la multitud quien glorifica a la Madre de Jesús. El propio Señor responde que aquella misma bienaventuranza que recibe su madre es para todos “los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Lucas 11, 27-28)

Entonces, en la fiesta de la Natividad de la Theotokos, tal como en todas las celebraciones litúrgicas de la Madre de Cristo Dios, proclamamos y festejamos lo siguiente: que, mediante la bondad y amor de Dios para con la humanidad, cada cristiano recibe lo que recibe María, la “gran misericordia” que se concede a todos los seres humanos por el nacimiento de Cristo de la Virgen.


Tomado de iglesiaortodoxa.cl

8 de septiembre, Nacimiento de la Madre de Dios.

miércoles, septiembre 08, 2010 Posted by JDavidM



Tu nacimiento, oh Madre de Dios Virgen, anunció la alegría a todo el universo. Porque de Tí resplandeció el sol de verdad, Cristo nuestro Dios, destruyendo la maldición, Él nos concedió la bendición y destruyendo la muerte, nos otorgó la vida eterna.(Tropario)



(Información detallada sobre esta festividad, se puede encontrar en la página de la Iglesia Ortodoxa de Chile, http://iglesiaortodoxa.cl/especiales/la_natividad_de_la_theotokos.htm )