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Sobre los íconos (I). Entrevista a M. Rafaela y M. Olimpiada, iconógrafas del Monasterio Durau.

miércoles, mayo 23, 2012 Posted by JDavidM

 Recientemente estuvimos de visita en el Monasterio Durau, centro espiritual de gran importancia para el área moldova de Rumanía, en donde pudimos conversar larga y amenamente con varias de las monjitas que hacen parte de esa comunidad. He aquí la primera parte de la entrevista hecha a las madres Rafaela y Olimpiada, con quienes estamos profundamente agradecidos por su paciencia y entusiasmo, además de su buena disposición para abrirnos sin condiciones las puertas del taller de iconografía en donde trabajan con tanta dedicación y esfuerzo.
  

¿Qué es el ícono?
- Es una representación de la imagen que tenemos de Dios y de Sus santos, realizada en pintura, sobre madera, vidrio o incluso en litografía.

M. Rafaela, con el ícono de San Juan el Ruso
¿Existe una preparación especial para el iconógrafo?
- Es importante tener el talento necesario y cierto don dado por Dios, para poder llevar a cabo esta tarea como se debe. Se necesita, también, determinada preparación espiritual: ayuno y oración. Un aspecto a estudiar separadamente es el de las escuelas de arte bizantino, en las que la formación es detallada en todos los aspectos de la iconografía.

¿Tienen los iconógrafos una guía para realizar su labor o trabajan de acuerdo a su propia intuición?
- Existe un libro que comprende minuciosamente las características de las representaciones iconográficas de cada santo o festividad. Se llama “Hermenia de la Pintura Bizantina”, escrita por el iconógrafo griego Dionisio de Furna y a ella debemos remitirnos para no cometer algún error que nos pueda llevar a alejarnos de los cánones establecidos por la Iglesia para este tipo de pintura.

¿Cuánto tiempo toma pintar un ícono?
- El ícono se trabaja por partes, una vez que se tiene la superficie preparada para comenzar a pintarlo. Luego de los primeros trazos y de aplicar el dorado del fondo, se hacen la vestimentas, luego el rostro y manos, etc. El trabajo en sí dura aproximadamente 5 días, aunque en nuestro caso algunas veces ese tiempo se extiende un poco, debido a las distintas tareas de obediencia que tenemos en el monasterio.

¿Existe alguna oración especial a realizarse durante el trabajo en un ícono?
- Nosotras no seguimos una regla de oración específica cuando pintamos, porque la oración “universal” o más importante que mantenemos siempre presente, es la “Oración del Corazón” (“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí”). Desde luego, cuando el ícono es bendecido por el sacerdote, en ese momento sí se hace un oficio especial.

M. Olimpiada trabajando el ícono de San Antonio el Grande
¿Pueden participar dos personas en el trabajo del mismo ícono?
- En principio, no. Debería iniciarse y terminarse por la misma persona. Una excepción puede suceder cuando la persona que pinta las vestimentas no es hábil para trabajar el rostro. En ese caso, sí, se justifica plenamente que participe otra persona. Sobre este aspecto, resulta interesante mencionar que cada iconógrafo “transmite” ciertos rasgos personales a cada uno de sus trabajos, de manera que, para el experto, resulta sencillo reconocer el autor de la pintura.

¿Existe alguna diferencia entre el iconógrafo que trabaja en madera y el que pinta, por ejemplo, las paredes de alguna Iglesia?
- Usualmente quienes trabajan íconos murales (“frescos”), son quienes tienen esa preparación, estudian para ser restauradores del patrimonio eclesial. Sin embargo, quienes pintamos en madera podemos también colaborar en esa labor, si se nos es pedido y de acuerdo a nuestra propia capacidad. Hay quienes se dedican sólo a trabajar en madera, otros en mosaico y otros, en vidrio, pero también para cada una de esas especialidades es necesario conocer y dominar bien las técnicas adecuadas.

Breve introducción a los íconos (Parte III).

martes, noviembre 01, 2011 Posted by JDavidM

Aquí, una presentación que hice, originalmente en diapositivas, sobre la iconografía dedicada a la Santísima Madre de Dios:

Breve introducción a los íconos (Parte II).

martes, octubre 25, 2011 Posted by JDavidM



Los Padres del VII Concilio Ecuménico, dicen con relación al icono: “Vimos lo que escuchamos” El icono nos muestra silenciosamente lo que dice la Palabra”.

También sabemos por San Pablo que ninguno puede decir: “Jesucristo es el Señor si no es movido por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12, 3). Así también ninguno puede escribir el icono del Señor si no es movido por el Espíritu Santo. Pues El es el Iconógrafo Divino (iconoplastés).

Según los Santos Padres el Espíritu Santo es quien toma la Belleza que comunica el esplendor de la santidad y se revela como “Espíritu de la Belleza”.  Según San Gregorio Palamas, En el seno de la Santísima Trinidad el Espíritu es el gozo eterno en el cual los tres se complacen juntos”. Explicita el Dogma Trinitario diciendo: “Si el Hijo es la Palabra que el Padre pronuncia y que se hace Carne, el Espíritu la manifiesta, la hace audible y nos la hace escuchar en el Evangelio; entre tanto Él permanece oculto, misterioso, silencioso, nunca habla de El mismo”.

La obra del Espíritu Santo, como Espíritu de belleza es una poesía sin palabras. Los atributos más conocidos del Espíritu Santo son: la vida y la luz. La luz es ante todo potencia de revelación; por eso Dios revelado es llamado “Dios Luz”.Ya dentro de nuestro plano óptico, el ojo no percibe los objetos en si mismos si no es por la luz que esos objetos reciben.  

El objeto es visible porque la luz lo hace visible. La Palabra de Dios en el día de la creación fue: “Que se haga la luz”. Esta luz no es la que aparece en el cuarto día cuando Dios crea los astros, esta luz es la “luz increada” de la cual hablan los Santos Padres. El Padre pronuncia la Palabra, el Hijo la cumple y el Espíritu Santo la manifiesta; es la Luz de la Palabra” (San Gregorio Palamas). Tenemos conocimiento de esta luz a través del Génesis:Haya Luz” (Gen. 1, 3). Nuestro Señor expresa: “Yo soy la luz” ( Jn. 8, 12). El Padre es la Luz, el Hijo es Luz, el Espíritu Santo es Luz. La Luz es la potencia de la revelación, la luz de Dios (Jn. 1, 5). 

La acción del Espíritu Santo condiciona todo acto en que lo espiritual toma cuerpo, se encarna, se convierte en Cristofanía ( manifestación de Cristo). El Espíritu Santo cubre a María con su sombra y la hace Madre de Dios. De la Encarnación nace el Cristo. De un bautizado nace un miembro de la Iglesia. Del vino y del pan hace el Cuerpo y la Sangre del Señor. De la Santa Faz hace un Icono. Así se convierte en Iconógrafo Divino que realiza el arquetipo del cual vienen todos los iconos. 

Estas acciones son “del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo” (San Basilio). La acción del Espíritu Santo coloca a la Iconografía en la condición de arte sagrado y en un camino de santificación del hombre; y por otra parte, esta acción eclesiástica hace del icono un lugar teológico y por tanto fuente de Teología.

La oración para la Consagración del los Iconos dice: Señor Dios, Tú creaste al hombre a Tu imagen. Ha quedado oscurecida. Mas la Encarnación la restaura y la restablece en su dignidad primera. Ahora nos inclinamos delante de los iconos, veneramos Tu Imagen y Tu Semejanza y en ellos te glorificamos”. Por tanto, el icono se realiza teniendo en vista el Misterio de la Encarnación y está condicionado por la creación del hombre “a imagen y semejanza de Dios”.  Por todo esto, cualquier alteración o error dogmático de la Santísima Trinidad conduce a la desacralización del arte iconográfico.

El Icono es la Teología de la Imagen. “Quien a mí me ha visto, ha visto al Padre” (Jn. 14, 9); y realiza la teología bíblica del nombre. El nombre identifica la presencia; el nombre de Dios no puede pronunciarse en vano. El icono de Cristo, no lleva nombre, sólo letras; es el Innombrable. Este hecho se enraíza en esa noción por eso lo identifica como tal. El nombre en el icono identifica la presencia, ningún icono está terminado si no inscribimos el nombre o el título de lo que es representado. Moisés nos dice el nombre de Dios Yo Soy el que Soy”(Ex. 3, 14). “Yo soy”. Jesucristo nos lo hace ver, nos muestra Su Imagen y el Espíritu Santo nos lo hace entender.

En el nimbo (aureola) de Cristo se inscriben las letras OWN, o sea “El Existente”: la presencia de esa inscripción resalta la naturaleza divina de Cristo y su consubstancialidad con el Padre.   
O - del griego, omicrón, Yo.
N - del griego, ni, El Ser.
ON - simboliza: “Yo Soy”, el Innombrable.
W - del griego, omega, invocación, llamado, antepasado de antepasado.  

“Yo soy el Alfa y el Omega” (Ap. 1, 8) Principio y Fin, Aquél que era, que es y que vendrá. Unión de Principio y Fin de la Biblia.

Todo aquél que contempla el icono del Rostro humano de Cristo, Dios hecho Hombre, contempla el misterio de la Palabra y del Nombre. El arte iconográfico es sinérgico; el Espíritu ilumina al hombre.

Todos los iconos de Cristo dan la impresión de una semejanza tal que son reconocidos inmediatamente. Mas esa semejanza no es la de un retrato. Justamente lo que se revela en cada icono de una manera única no es la individualidad humana sino la Hipóstasis de Cristo; de esta manera es única, eclesial y personal al mismo tiempo. Por eso existen tantas “Santa Faz” cuantas veces los iconógrafos las han pintado. Mas su misterio está en que siempre lo reconocemos porque es “el Rostro de los rostros” “el Rostro del Inaccesible”.Según los Santos Padres, con Cristo la belleza de los cielos desciende a la tierra; la belleza se aproxima a nosotros, viene a nuestro encuentro, se hace íntima, se avecina unida a la substancia misma de nuestro ser. Cuando nuestro espíritu se lanza buscando la Belleza de la Divinidad, encontramos el icono.


Fuente: orthodoxworld.ru

Breve introducción a los íconos (Parte I).

martes, octubre 25, 2011 Posted by JDavidM


La palabra icono proviene del griego: “Eikon” que significa imagen. En la historia del arte se reserva éste término para una clase de pintura, de género sagrado, hecha sobre una plancha de madera con una técnica especial y de acuerdo con una tradición secular. En él se representan histórica y fidedignamente los acontecimientos sagrados. Se pinta a Cristo, a la Virgen María, ángeles, santos y otros temas religiosos. En ellos se refleja la imagen de un hombre purificado, deificado, revestido de la belleza incorruptible del Reino de Dios, de una persona humana que ha llegado a ser un icono viviente de Dios.

El icono es la Palabra de Dios plasmada en pintura; hace misteriosamente presente a la persona que representa y la realidad de esta presencia se basa en el parecido con su prototipo.

El icono significa para nosotros una guía para una comprensión mas profunda del Misterio cristiano y para la oración mediante la contemplación. “Belleza divina”, “Canal de gracia”, “Visión de lo invisible”, “Ventana a la eternidad”, el icono deja una luz: la de un Reino a tener siempre en el corazón.

Para los ortodoxos, la función fundamental de un icono no es la didáctica, es decir, la enseñanza religiosa global fácilmente comprensible para todos, sino que el icono es un sacramental, es decir, un signo de gracia, no como los sacramentos que son eficaces en virtud de la institución de Cristo, sino por el poder y la oración de la Iglesia. Por lo tanto es una ayuda para la vida espiritual del cristiano que los usa con fe y respeto. La Iglesia bendice la imagen para que tenga una fuerza expresiva en la Gracia y la presencia que comunica. Si la imagen es auténtica, tiene que ser bella, expresiva y teológicamente exacta para que pueda representar el misterio o la imagen de una persona.

Es casi imposible entender el icono fuera del medio en que fue creado, o sea, el ámbito de la Iglesia. El punto de partida para comprender el icono se encuentra en el fundamento de la Iglesia. Ese fundamento es la Santísima Trinidad. La Santísima Trinidad es el fundamento para la vida de la Iglesia, para su orden canónico, para el carácter de su pensamiento teológico, para su espiritualidad y para su creación artística. 

“El Hijo y el Espíritu Santo, enviados del Padre, revelan la Santísima Trinidad; no de una manera abstracta, como un conocimiento intelectual, sino como una regla de vida” (L. Ouspenskyj). Gen. 18, 1-2: "Se le apareció Dios en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y vio que había tres individuos parados a su vera" (revelación de Dios uno y trino).  Lc.3, 23: "Al comenzar su ministerio, Jesús tenía unos treinta años. Se creía que era hijo de José" (revelación de su humanidad). Lc. 9, 29: "Y mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante" (revelación de su divinidad).

San Juan en su primera epístola dice: “Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convergen en lo mismo” (1 Jn. 5, 7). Según el texto de la Vulgata: “Pues tres son los que dan testimonio ( en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre y estos tres son uno)”.


Para la teología ortodoxa el punto de partida para confesar la Santísima Trinidad es la Persona (Hipóstasis), misterio esencial de la Revelación Cristiana, poseedora de naturaleza divina en su plenitud.  La importancia de la Persona cabe tanto para la teología del icono como para el icono mismo. Porque en la Persona del “Uno” Encarnado se basa la veneración de los iconos. La Persona de Dios hecho Hombre es el único camino que conduce al Prototipo del icono “Yo soy el Camino..." (Jn.14, 6).


Fuente: orthodoxworld.ru

El iconostasio.

lunes, septiembre 12, 2011 Posted by JDavidM


El iconostasio es una pared más o menos sin interrupciones que va desde la parte septentrional a la meridional del templo, y en la cual, en un orden delimitado, se colocan los iconos. Esta pared separa el santuario de la parte central del templo ortodoxo. En el iconostasio hay tres puertas. La puerta central, con dos hojas, recibe el nombre de puerta santa, y está prohibido que entre por ella nadie que no sea clérigo. A la derecha se encuentra la puerta meridional, llamada también puerta diaconal, y a la izquierda la puerta septentrional.


Los iconostasios no han estado siempre en la iglesia; en los primeros siglos, el santuario era visible para todos los que rezaban y la única separación consistía en una celosía. Aún hoy la puerta santa muchas veces está adornada por una celosía, y el iconostasio casi nunca llega hasta el techo. Esto es así para que la voz del sacerdote se pueda escuchar en todo el templo.





Contemplemos ahora los iconos. El iconostasio está adornado exclusivamente por diferentes filas de iconos.



La primera fila. Hay algunos momentos importantes; si se conocen, es sencillo comprender la difícil simbología del iconostasio. Cuando entras en un templo que no conoces, vale la pena mirar las imágenes de la fila de abajo: en ella se encuentran siempre los iconos más grandes.
Comencemos por la imagen exterior a la derecha. Es un icono propio del templo, y en él se destaca en honor de qué festividad o a cuál santo se dedica la iglesia en la que te encuentras. En este mismo lugar, a la izquierda, está “el icono del orden local”. Al verlo, sabrás cuál es el santo más venerado en tal lugar, ciudad o país.
Al acercarte a las puertas santas, verás sobre ellas los iconos, no muy grandes, de la Anunciación y de los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Sobre las puertas santas se encuentra “La Última Cena”: el símbolo del sacramento de la Eucaristía.
A la derecha de las puertas santas hay un gran icono del Salvador; a la izquierda, el icono de la Madre de Dios con el Niño en las manos. Sobre las puertas septentrional y meridional, los arcángeles Gabriel y Miguel.




La segunda fila
. Veamos los iconos de la siguiente fila. Si la fila más baja nos muestra los momentos más importantes de la enseñanza ortodoxa y las características de la veneración de los santos de aquel lugar, la segunda fila (también llamada orden de la Deesis) es más compleja: el número de iconos es mayor y su tamaño es más pequeño. Toda esta fila simboliza la oración de la Iglesia a Cristo, la súplica que se eleva ahora y que se concluirá en el momento del Juicio Final. En el centro de esta fila (directamente encima de las puertas santas y sobre el icono de la Última Cena) se encuentra el “Spas (Salvador) entre las potencias”. Cristo, sentado en el trono con el libro, está representado sobre el fondo de un cuadrado rojo con los ángulos prolongados (la tierra), de un círculo azul (el mundo espiritual) y de un rombo rojo (el mundo invisible). Esta imagen presenta a Cristo como juez severo de toda la creacción. A la derecha se encuentra la imagen de Juan el Precursor, que ha bautizado al Señor; a la izquierda, el icono de la Madre de Dios. No por casualidad la Virgen es intercesora. Se la representa en toda su estatura, mirando hacia la izquierda y llevando un rollo en la mano. A derecha e izquierda de estos iconos están las imágenes de los ángeles, profetas y santos más conocidos, que muestran con su vida la santa Iglesia de Cristo
.


La tercera fila
. Esta fila recibe también el nombre de “orden de las festividades” o fila histórica: nos muestra los acontecimientos de la historia evangelica. El primer icono de esta fila es la Natividad de la Santísima Virgen María; vienen después la Presentación de la Madre de Dios en el templo, la Anunciación, la Natividad de Cristo, la Presentación de Cristo en el templo, el Bautismo, la Trasfiguración, la Entrada en Jerusalén, la Crucifixión, la Resurrección, la Ascensión, la Venida del Espíritu Santo y la Asunción.


La cuarta fila. Si los iconos de la tercera fila son ilustraciones del Nuevo Testamento, los de la cuarta nos llevan a los tiempos de la Iglesia veterotestamentaria. Aquí están representados los profetas que predicaban lo que habría de suceder: la venida del Mesías, la aparición de la Virgen que dará a luz a Cristo. No por causalidad en el centro de esta fila se encuentra el icono de la Madre de Dios, “la Orante”, que muestra a la siempre pura Virgen con las manos alzadas hacia el cielo en postura de oración y con el Niño en su seno.


La quinta fila.
Esta fila se llama el “orden de los patriarcas”. Los iconos de esta fila nos remiten a los acontecimientos más primitivos en el orden del tiempo. Aquí se encuentran las imágenes de los antiguos padres, desde Adán hasta Moisés. En el centro de la fila se encuentra el icono de la “Santísima Trinidad veterotestamentaria”, símbolo del eterno acuerdo de la Trinidad con respecto al sacrificio del Dios-Verbo para la Redención del hombre tras la caída de éste.


La cima del iconostasio la coronan los iconos de la Crucifixión. Este esquema del iconostasio no se reproduce en todas las iglesias. En los tiempos de la antigua Rus, el iconostasio de cinco filas era el más comín, pero a veces la cantidad de filas podía reducirse hasta una con la necesaria imagen de la Última Cena sobre las puertas santas.


Tomado de orthodoxworld.ru

Monasterio Ortodoxo de Guatemala

viernes, agosto 13, 2010 Posted by JDavidM

En el municipio de Amatitlán, a orillas del bellísimo lago del mismo nombre, y a pocos kilómetros de la ciudad capital de Guatemala, se erige el Monasterio de la Santísima Trinidad-Lavra Mambré, construido bajo la iniciativa e impulso de la Madre Inés Ayau. He aquí una breve presentación, en inglés, del trabajo de iconografía ahí realizado.

Sobre la veneración de los íconos, parte III.

martes, agosto 03, 2010 Posted by JDavidM



En general, el contacto con el observador es frontal o casi frontal, expresando la presencia concreta del santo frente al creyente, y no en cualquier otro lugar en el espacio. Pocos casos son conocidos en los que la persona representada no ha alcanzado todavía la santidad, como los Reyes Magos en la escena de la Natividad; aún más, el perfil rompe el contacto directo, enviando la mirada hacia otro plano, señalado por la misma mirada del personaje. El ensamble completo es bañado de una luz divina, de aquella luz de un eterno medio día, y por eso nos personajes no son iluminados lateralmente; la fuente de luz es interior, sin proyectar sombra alguna. En la iglesia, la luz que sale de Cristo distingue entre las personas santas que están legadas a Él, que permanecen como “luces llenas de luz”. El rostro interior del ser revela la categoría “tabórica” del alma. La luz que inunda el arte sacro es una ontológica, es ver lo invisible de las profundidades de un alma que ha conocido la transfiguración de su propio rostro. La Iglesia se convierte, en este sentido, espacio de luz; ella es luminosa, porque enfatiza el Rostro de Cristo en comunión trinitaria y el rostro de los santos en comunión con Cristos. Toda la iconografía es, de esta manera, un “topos de la Transfiguración”. Los colores brillantes no son nunca borrados u oscurecidos. El día y la noche son transfigurados con una luz no-creada. No existen íconos oscuros o luminosos, de acuerdo a los distintos momentos del día. Es el mismo Cristo, lleno de luz, en la Crucifixión y en la Resurrección, en la Oración de Getzemani o en la Transfiguración. Cada color es llevado a su extremo de saturación y ofrece una gama cromática completa. Con la excepción de algunos (oro, púrpura, azul), los colores se pueden cambiar de acuerdo al tema, de la escuela o del sentido de la composición. Así, los colores asombran, devienen sonoros y llamativos a través de su alegre densidad.

Las representaciones de los santos nos enseñan la actitud que debemos adoptar en la oración. El objetivo de la iconografía no es el de provocar y exaltar los sentimientos humanos. La imagen sacra es una vía a seguir y a la vez un medio, ella es en sí misma una oración que nos enseña a “ayunar con los ojos”, nos transfigura todos los sentimientos, pero, al mismo tiempo, no suprime nada de lo que es humano; de esta manera, la imagen de un santo no busca evitar enseñarnos su actividad terrenal, la que ha transformado en un trabajo espiritual, sea que se trate de una actividad eclesial, monástica o episcopal, una labor puramente humana, o aquella de un príncipe, soldado o médico; pero, en contacto con el mundo espiritual, dichos trabajos reciben una gracia que los ilumina, los clarifica y les da sentido. El ornamento tiene solo un rol secundario: llenar los espacios libres entre los registros iconográficos. Cuando existe, el ornamento vegetal (comúnmente, la vid, símbolo de la Sangre eucarística) contiene símbolos crísticos: el monograma de Cristo, el pavo real, cabezas de leones, áncoras, etc.

(Tomado y traducido de "Iconografie bizantina si aniconism islamic", de Emanoil Babus. Contenido en la compilación "Cinstirea sfintelor icoane in ortodoxie". Editorial Trinitas. Bucarest, 2008, páginas 96 a la 123. La imagen ha sido tomada de http://www.ikonograph.com)

Sobre la veneración de los íconos, parte II.

lunes, agosto 02, 2010 Posted by JDavidM





La necesidad del ícono responde también a un aspecto psicológico: el individuo, en su doble estructura corporal-espiritual, siente necesidad de manifestar visiblemente lo que siente. Así, se vuelve imperante la necesidad de iniciar un vínculo directo con la divinidad, traducida en plan sensible por intermedio de las imágenes, porque el individuo desea una comunión lo más palpable posible con aquello secreto. Además, el ícono es la guía en el camino siempre ascendente hacia el conocimiento de lo invisible.

En función de la localización espacial, el programa iconográfico se ha especializado: según el modo en el que se ha distribuido la pintura en la superficie de las paredes de la iglesia, se busca la expresión plástica del orden, jerarquía o cualquier otro orden ideal que rige en el cosmos. Aquello que las formas arquitectónicas expresan simbólicamente, es concretado y subrayado por las pinturas. La iconografía ha conocido a lo largo de los siglos múltiples transformaciones, en la misma medida en que se cristalizaba la forma de las iglesias y se clarificaba el sentido de las imágenes y de su culto. Cada época de agitaciones trae consigo una nueva síntesis, una nueva concepción, enriqueciendo el plano iconográfico; las bases vétero-testamentarias tienden a desaparecer después del siglo IV, cuando aparecen nuevas representaciones (El descenso a los infiernos, Dormición de la Madre de Dios, Comunión de los Santos Apóstoles, Juicio Final). Un nuevo movimiento aparecido después de la victoria sobre los iconoclastas (de hecho un renacimiento del arte bizantino) implica un reordenamiento de las composiciones en el cuadro arquitectónico. Si en los siglos IV-V el objetivo de la iconografía era la evocación de determinados eventos en la historia de la salvación en orden cronológico, sin que existiera ninguna norma que fijara un lugar específico para colocarles en el templo, después de la disputa iconoclasta, comenzando con el siglo IX, el decorado adquiere un nuevo significado, dogmático y litúrgico. Desde ahora, cada grupo o categoría de santos, cada escena ocupará un lugar previamente determinado.

Los santos son plegaria. Aquellos pintados en las paredes de las iglesias devienen un presente que da un plus de gracia sobre los creyentes, llevándoles al mismo tiempo algo de la belleza contenida en la glorificación de Dios.

La tipología de los personajes santos obtiene nuevas características. La iconografía se desarrolla en base al culto de los santos, cuya representación implica determinados principios. La santidad no puede ser representada simplemente, no puede ser descrita a través de palabras o imágenes porque es un estado. Luego, la imagen sacra le expresa con ayuda de formas, colores y líneas simbólicas, en un lenguaje realista, determinado por la Iglesia. La representación iconográfica consta especialmente en la “modalidad” elegida para rodear a los santos.

En el arte bizantino prevalece el principio de un simbolismo con notas realistas, que conduce a efectos irreales. El fondo abstracto de oro, que ocupa el verdadero espacio tridimensional, aísla la imagen del mundo real, colocándola en una zona irreal, donde las leyes físicas terrestres no funcionan. La gravedad desaparece; cuerpos acorpóreos, desmaterializados, obtienen características espirituales. En este orden, la aureola no es una simple alegoría y signo convencional de la santidad; es la expresión simbólica de una realidad concreta, un testimonio de la luz, atributo necesario, pero no suficiente del arte sacro. Un ícono sigue siéndolo aún sin aureola. Los rasgos faciales, a través de sus formas y colores, testimonian un estado interior, que ser refleja en el rostro en la luz, paz, orden y serenidad. El mundo espiritual en el que hombre ha devenido “templo del Espíritu Santo”, se sensibiliza a través de líneas, formas y colores; el orden y la paz interna se pueden transmitir a través de los trazos exteriores, porque el cuerpo entero del santo, incluso los detalles más pequeños, el cabello, arrugas o los objetos que le rodean, todo está unificado y orientado a una “armonía suprema”. Estos detalles, cuyo aspecto puede impresionar, en especial los órganos de los sentidos, portan signos de trascendencia y de un cambio mental. Ojos opacos, orejas que adquieren formas bizarras, rostros sutiles y alargados, cinturas delgadas, cuerpos esbeltos y cabezas pequeñas como proporción comparativa con la estatura, pierden cualquier aire carnal, recordando que estos hombres vivieron lo que usualmente escapa a la percepción: el mundo espiritual. Así, el hombre es divinizado a través de la gracia. Al mismo tiempo que su alma y su cuerpo participan de la vida divina, esta participación deja su huella sin modificar los rasgos físicos, sino actualizando su ser. “Un anciano no rejuvenece, las arrugas no desaparecen… Pero aquel ser regresa a la inocencia de la infancia”. Este modo no-naturalista de representar icónicamente los órganos de los sentidos, expresa una sordera y ausencia de reacción frente a las manifestaciones mundanas, impasibilidad, elusión de cualquier estímulo, y, por otra parte, recepción frente al mundo espiritual, adquirido a través de la santidad. Los colores del ícono traducen los colores del cuerpo humano, aunque no la carne natural; la belleza física es sublimada, revelando un futuro cuerpo espiritual. El cuerpo en sí es solamente esbozado, adivinado bajo las vestiduras; sus líneas, casi inexistentes, no llaman la atención a la anatomía, ni siquiera cuando está desnudo. Guardando sus particularidades y vistiendo el cuerpo de una forma normal, las prendas son también transfiguradas, convirtiéndose de alguna forma en una imagen suya en gloria, un “vestido de la pureza”. Los pliegues no son desordenados, sino levemente geometrizados, obteniendo un orden y un ritmo que se agrega al ensamble completo. La santidad del cuerpo es también transmitida a las vestiduras. El orden interior de la persona santa se refleja en gestualidad y actitudes: los santos no gesticulan, sus movimientos tienen un carácter sacramental, eclesiástico.


(Tomado y traducido de "Iconografie bizantina si aniconism islamic", de Emanoil Babus. Contenido en la compilación "Cinstirea sfintelor icoane in ortodoxie". Editorial Trinitas. Bucarest, 2008, páginas 96 a la 123.)