Paso a paso en la Ortodoxia

Ante Ustedes, santos doctores anárgiros y milagrosos, Cosme y Damián, como a nuestros prontos socorredores y fervientes intercesores por nuestra salvación, nosotros, indignos, nos arrodillamos y les pedimos; no pasen por alto nuestras oraciones, a pesar de nuestros pecados y nuestra pequeñez; cierto es que somos débiles y fáciles para errar todos los días y en todo momento. Aún así, pídanle al Señor que tienda hacia nosotros, indignos siervos Suyos, Su Misericordia, y nos libre de toda aflicción y dolor, porque Ustedes recibieron de Nuestro Señor y Redentor Jesucristo, la gracia eterna de sanar por la incansable fe, la sanación sin esperar nada a cambio y una muerte por medio del martirio.

Escuchen nuestra oración y con su intercesión, que es siempre atendida, pídanle a Dios bendiciones para todos nosotros, quienes nuevamente nos postramos ante ustedes en oración. Pídanle a Dios que nos de todo aquello que es de bien para nosotros, pero especialmente para nuestra salvación, para que seamos dignos, por medio de sus oraciones, de llegar al final de esta vida sin dolor, sin vergüenza, con paz y para que seamos libres de todas las astucias del maligno y del castigo eterno.  Y que seamos dignos de entrar al Reino de los Cielos y de la felicidad eterna. Así, Oh Benditos de Dios, no dejen de interceder por quienes a Ustedes acudimos con fe. Porque, siendo innumerables nuestras faltas, no somos dignos de su piedad, pero Ustedes, siendo herederos del amor por la humanidad de Dios, ayúdennos a ofrecer frutos de penitencia y que alcancemos el descanso perpetuo, alabando y bendiciendo a Nuestro Señor, Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, quien es enaltecido por todos Sus santos y por Su Purísima Madre, Quien es también patrona de Ustedes, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.