Sobre el amor a Dios, la oración y la perseverancia (extractos). San Juan de Kronstadt.
S. Juan de Kronstadt (1829-1908) |
El que es perseverante en el amor a sus amigos puede ser también perseverante en el amor a Dios y viceversa: quien es agradecido por el bien recibido de sus semejantes, así también será agradecido por las bondades divinas. Así también, quien ama a su semejante, podrá amar también a Dios y viceversa: quien no ama a su hermano, a quien puede ver, ¿Cómo podrá amar a Dios, a Quien no ve? (I Juan 4, 20). Quien honra con celo a sua padres, honrará también con celo y podrá enaltecer como se debe a Dios (...) Nuestras relaciones aquí en el mundo son la muestra de nuestra relación con Dios.
Ante todo busca vivir en simplicidad y bondad: éstas te librarán de numerosas aflicciones en la vida y serán la base de tu paz y felicidad interna. San Gregorio el Teólogo dice: "Me esfuerzo en alcanzar la simplicidad de corazón, de la cual depende la salvación, y la salvación es lo único que busco". Así, ¿ves que entre otros propósitos, la simplicidad te lleva a la salvación?
¿Qué hay más valioso que Tú, Señor? "Nada", me dicen mi mente y mi corazón. Tú eres mi Dios, Tú eres mi alegría. Y, entonces, ¿por qué suceden cosas raras con mi mente, como después de recibir Tus Santísimos y Vivificadores Sacramentos, cuando pronto empiezan a preocuparme asuntos inútiles, al punto que mi corazón se aleja de Tí, Señor mío, oh Señor, y pareciera que dejara de amarte, poniendo en Tu lugar no sé qué nimiedad, como si ésta constituyera toda mi felicidad? ¿Por qué me aparecen contradicciones tan extrañas? Si para mí no hay nada más importante que Tu, porque si no Te pierdo, ¿cómo puedo guardarte en mí? !Oh, vileza del pecado! !Oh, cuerpo pecador! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? (Romanos 7, 24).
El Espíritu Santo se llama "Consolador", porque Él rebosa de consuelo celestial el corazón del hombre que conoce sus desvíos y pecados; Él viene a llenar de paz la mente. !Cuán deseado es ese consuelo!
Dios envía muchas veces, al corazón, cierto calor interior de fe y de amor, justo al final de nuestras oraciones. Por eso, debemos tener paciencia y no desesperanzarnos del poder de la oración al principio o a la mitad de ella, sino continuarla serenamente hasta terminarla. Llamen y se les abrirá. (Mateo 7, 7).
En las santas iglesias hay un don maravilloso que viene de Dios: quien a ellas se acerca con un deseo espontáneo de orar, regresa como quien ha logrado una rica caza, gloriosa, con alegría y paz en el corazón, alabando a Dios.
Al orar, piensa con claridad en Dios y en tí mismo, es decir, recuerda Quién es Él y quién eres tú. Él es el Soberano Todopoderoso del cielo y de la tierra, de todo cuerpo y espíritu, mientras tú, comenzando con tu alma y terminando con tu mente y tu corazón, le pertences completamente a Dios. Más, cuando de un mal pensamiento llegas a una mala acción, entonces te vuelves completamente tuyo y te haces adversario de Dios...
La oración debe acompañarse necesariamente de fe, esperanza y amor; debes creer en Dios como el Creador de todo, debes tener esperanza en Él por Su bondad y debes amarle con todo tu corazón, como respuesta a su infinito amor hacia nosotros, siendo que Él nos amó primero (I Juan 4, 19). También cuando lees las Sagradas Escrituras y los escritos de los Santos Padres, es necesario que tengas una fe humilde y amor.
No importa quién seas, recuerda siempre cuán cerca estás de la nada y de la pequeñez de tu ser. Todos los pueblos no son nada frente a Él, dice el profeta (Isaías 40, 17). Para ser algo, acércate con fe y con amor a Aquel de Quien viene todo, y sólo entonces serás algo (...) ¿Qué tienes tú que no hayas recibido? De hecho, ¿qué significa incluso tu vida individual, en el ensamble de esta vida general, sin fin? Nada. Es como un poco de vapor, aparece y se disipa rápidamente. ¿Qué es su vida? Vapor son ustedes, que aparece en un momento y luego se desvanece. (Santiago 4, 14). Sólo Dios es El que es. De esta manera, busca con insistencia la Fuente de toda vida y permanece con Él, si quieres endulzarte con la vida verdadera, eterna, en el Cielo. Vive recordándote a tí mismo quién eres y preparándote para el final de tu vida. Porque para mí bueno es estar con Dios, poner en el Señor toda mi esperanza. (Salmo 72, 27).
Traducción libre tomada de: Sfantul Ioan de Kronstadt, "Cunoasterea de Dumnezeu si cunoasterea de sine, dobandite din experienta". Editura Sophia. Bucuresti, Rumania. 2010.
0 comentarios:
Publicar un comentario