Señor y Dueño de mi vida, no me des el espíritu de la pereza, de la desesperación, de la ambición y de la vana locuacidad. Mas el espíritu de sobriedad, de humildad, de paciencia y de amor, concédemelo a mí, tu siervo. Así, Señor y Soberano, concédeme percibir mis propios errores y no juzgar a mis hermanos, porque bendito eres, por los siglos de los siglos. Amén. (San Efrén de Siria)
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Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador.
Sea siempre mi amor tu compañía. Que nunca falte mi amor en tus cimientos. Álzate firme, sobre él, Patria, con tus descalzos pies llenos de lodo y de caminos!
Ay, Guatemala, cuando digo tu nombre retorno a la vida. Me levanto del llanto a buscar tu sonrisa.
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